La red internacional de Cáritas pide condonar la deuda externa de los países que nunca podrán saldarlas

Eva San Martín. Cáritas Española

El Año Jubilar llega a su fin, pero no nuestra esperanza. Esa, al menos, es nuestra certeza y nuestro compromiso con los más pobres de la Tierra y, por ende, con los países que viven en situaciones de mayor pobreza y desigualdad. El llamado del papa Francisco a reavivar la esperanza y la justicia social se ha concretado, durante 2025, en un llamamiento jubilar a la movilización contra la deuda de los países más pobres del planeta, que soportan la carga de una deuda pública devastadora para millones de personas.

Caritas Internationalis respondió a la llamada del papa Francisco —que también hace suya León XIV— y lanzó la campaña «Transformar la deuda en esperanza», una iniciativa para exhortar a las naciones más ricas a asumir su responsabilidad por decisiones históricas que han ido generando una brecha insostenible entre los países del Norte y del Sur global. Reconocer la gravedad de todas estas decisiones y sus consecuencias conlleva la determinación de condonar las deudas de los países que nunca podrán saldarlas.

Una deuda asfixiante

Esta desigualdad nos sitúa ante la necesidad de trabajar por un modelo sostenible y más justo, y en la urgencia de impulsar reformas financieras transformadoras que permitan ayudar a las poblaciones empobrecidas y asfixiadas por una crisis de deuda insostenible.

Algunos datos

  1. Más de 54 países se enfrentan actualmente a una crisis de deuda.
  2. 48 países en desarrollo gastan más en pagos de intereses de la deuda que en salud o educación.
  3. Más de 3.300 millones de personas en el mundo carecen de servicios básicos debido a sistemas de deuda injustos y asfixiantes.
  4. Más del 80 % de la nueva deuda global, en 2023, se originó en naciones ricas como Estados Unidos, Japón, Reino Unido y Francia.
  5. África posee solo el 2 % de la deuda pública mundial, pero enfrenta cargas de reembolso desproporcionadas.

¿Quién debe a quién?

En 2015, Francisco zarandeó al mundo con la encíclica Laudato si’, un canto de alabanza a Dios por la Creación y, también, una denuncia en toda regla del abuso desmedido de los recursos y del maltrato continuado que infligimos a la casa común que nos acoge. Hablaba en ella de la «deuda ecológica» entre el Norte y el Sur, de desequilibrios comerciales con consecuencias en el ámbito ecológico, de exportaciones de materias primas para satisfacer la demanda de los mercados del Norte industrializado, así como de algunos de los daños colaterales: la contaminación con mercurio en la minería del oro o los residuos gaseosos y el calentamiento global concentrado en África, donde el aumento de la temperatura, unido a la sequía, hace estragos en el rendimiento de los cultivos.

El ejemplo de Senegal

Un ejemplo de este desequilibrio entre pobreza y desarrollo podemos verlo en Senegal, país de la costa oeste africana que, a pesar de los esfuerzos realizados para reducir la pobreza, mantiene a una gran parte de su población en condiciones muy precarias. Con aproximadamente 18,1 millones de habitantes —la mitad de los cuales son menores de 19 años—, se enfrenta a importantes retos en materia social. Más de 6 millones de senegaleses siguen viviendo en la pobreza monetaria (ingresos mensuales por persona inferiores a 42,36 euros), especialmente en las zonas rurales, y las desigualdades sociales, económicas y territoriales, entre otras, siguen siendo importantes.

La pobreza es un problema persistente que influye en muchos aspectos de la sociedad y la economía de un país. Según el sacerdote Albert Daour Mbaye, secretario general de Cáritas Senegal, «a finales de 2024, Senegal era el país más endeudado del continente africano, lo que le ha supuesto una disminución de la capacidad de inversión del Estado, sobre todo en infraestructuras y en la administración pública y privada, afectando negativamente a su capacidad de creación de empleo y a su estabilidad financiera».

La educación y la salud también son sectores muy vulnerables. «La escasez de recursos para cubrir becas, la contratación de docentes y personal sanitario o el sostenimiento de infraestructuras debilita ambos sectores y los pone en riesgo», afirma el sacerdote.

Aliviar la deuda es urgente

La Iglesia, presente a través de Cáritas Senegal y de Caritas Internationalis, sostiene la esperanza de las comunidades locales y se enfoca en la protección de las personas a lo largo de las rutas migratorias. Es consciente del contexto de las relaciones internacionales actuales y, si bien la condonación de la deuda es un reto muy complejo, insiste en que adoptar medidas para el alivio de esta debería ser una prioridad en las agendas de los Estados.

El padre Albert Daour recuerda que «el peso de la deuda afecta directamente a la capacidad de inversión del propio Estado senegalés».

Esto repercute en la vida diaria de las personas y en su empobrecimiento, generando una fuerte crisis económica en la que se dispara el coste de la vida, aumenta la vulnerabilidad de las mujeres —que son la base de la economía informal— y el alto desempleo juvenil. De hecho, «la precarización laboral es lo que empuja a los jóvenes a buscar una vida mejor en Europa, a pesar de los riesgos que todos conocemos», concluye.