“Las políticas restrictivas no acaban con la migración; la convierten en una crisis humanitaria”
Douglas Massey, Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales 2025.
Gema Martín Borrego. Cáritas Española
Este 24 de octubre se entregan en Oviedo los Premios Princesa de Asturias 2025. Uno de los galardonados es Douglas Massey, prestigioso sociólogo y demógrafo estadounidense, referente en el análisis de los flujos migratorios. Su contribución al estudio de la migración internacional y la estratificación social —que le ha valido el Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales— ha sido tal que incluso ha influido en la formulación de políticas públicas.
Con Massey, actualmente profesor en la Universidad de Princeton, hablamos a los pocos días de conocerse que le habían otorgado este reconocimiento. “Es un gran honor para mí. Vine a España por primera vez en 1970, cuando tenía 17 años, para asistir a un programa de verano para estudiantes extranjeros impartido por la Universidad de Salamanca. Es casi imposible creer que, más de cincuenta años después, haya ganado el premio más prestigioso de España y uno de los más respetados en todo el mundo.
Además, el premio me ofrece una plataforma para dar a conocer mis ideas y los hechos reales sobre inmigración, y combatir todas las mentiras y ataques que reciben los migrantes. Me permite difundir mi mensaje de tolerancia, así que muchísimas gracias”.

¿Cree que el discurso político agresivo hacia los migrantes distorsiona la realidad e influye en la percepción que la población tiene de este colectivo?
Sin duda. Y esto ocurre a ambos lados del Atlántico. Este discurso y las fake news en torno a la migración están generando miedo en la población. La realidad es que ahora existen tantas barreras y fronteras que las personas que quieren migrar lo hacen sin papeles, indocumentadas. Y la gente cree que, si son indocumentados, son ilegales; y si son ilegales, por supuesto, son criminales. Esto crea una mala impresión que los políticos demagogos utilizan para deshumanizar a los migrantes.
Además, las noticias que afirman que los migrantes roban trabajo a los españoles o que se quedan con todas las ayudas públicas no son ciertas. ¿Qué dicen realmente los datos? Que las personas indocumentadas no tienen acceso a la sanidad, a la educación ni a ningún otro servicio.
Y, como ocurre en Estados Unidos, hay trabajos que solo aceptan las personas migrantes, principalmente los relacionados con el campo o la hostelería. En general, toda Europa está envejeciendo a un ritmo acelerado y necesita población joven.
Entonces, no es cierto que la migración esté aumentando tanto como afirman algunos relatos que circulan en los medios de comunicación y las redes sociales…
El flujo de migrantes no está aumentando, pero sí está cambiando su composición. En el siglo XX las personas migraban para buscar empleo, mejorar su salario… Hoy, en cambio, huyen de las duras condiciones de vida en sus países de origen: pobreza extrema, guerras y violaciones de derechos humanos.
Esto se aprecia claramente en mi país, Estados Unidos. Antes, el flujo migratorio estaba compuesto principalmente por mexicanos; en la actualidad llegan muchos más centroamericanos y sudamericanos que escapan de situaciones terribles, como las que se viven en Venezuela, o de la violencia en países como Guatemala, Colombia, Honduras o El Salvador.
Usted asegura que la migración no es tanto una decisión individual como un proceso condicionado por la familia, la comunidad e incluso las redes sociales. ¿A qué se refiere?
Los seres humanos somos una especie social, por lo que debemos situar todas las decisiones en su contexto social. Ese contexto está definido por la familia, el hogar, la comunidad y el país. Y cuando varían las características en estos niveles de análisis, también cambian las decisiones sobre emigrar o quedarse.
Hoy, además, esas decisiones están fuertemente condicionadas por los conflictos armados y el cambio climático, que están provocando enormes crisis humanitarias y de desplazamiento.
¿Cree que la llegada de Trump a la presidencia de Estados Unidos alterará aún más los flujos migratorios y hará que los migrantes se dirijan a otros países, como los europeos o Canadá?
La migración hacia Estados Unidos ya había disminuido durante la administración de Biden y ahora esta tendencia se ha acentuado con Trump. Las políticas migratorias son más restrictivas que nunca, y el ambiente que viven las personas extranjeras es muy adverso: hay deportaciones en todo el país y mucha violencia en la frontera. Sin embargo, la situación que se vive en algunos países americanos, como Honduras o Venezuela, es mucho peor, por lo que la gente seguirá saliendo de ellos. Y si no pueden entrar en Estados Unidos, intentarán dirigirse a otros lugares.
Las políticas restrictivas no terminan con los flujos migratorios, sino que los transforman en una crisis humanitaria. Ahora hay mucha más población indocumentada obligada a enfrentarse a amenazas y peligros durante el viaje.
Veamos, por ejemplo, lo que ocurre en Venezuela. Allí apenas se puede sobrevivir, y sus ciudadanos seguirán abandonando el país aunque las fronteras estén cerradas para ellos. Si quieren entrar en Estados Unidos, tendrán que atravesar una región tan peligrosa como el Tapón del Darién [una selva tropical entre Colombia y Panamá]; y si no pueden llegar a Estados Unidos, intentarán establecerse en Colombia, Perú o Ecuador, cruzando pasos fronterizos controlados por mafias y grupos armados.
¿Cuál es su opinión acerca de las políticas migratorias de la Unión Europea?
Es que son bastante diversas. Existe una política común, pero también mucha división entre los distintos países que integran la Unión. Por ejemplo, Hungría aplica una política mucho más dura y restrictiva que España. La de España no es perfecta, por supuesto, pero resulta bastante más abierta y ha acogido a una gran cantidad de venezolanos y de personas procedentes de otros países de América Latina.
¿Cree que Europa terminará adoptando medidas similares a las de Estados Unidos?
Desafortunadamente, sí. Europa y Estados Unidos están adoptando una política de vigilancia más allá de sus propias fronteras. Es lo que se conoce como externalización de fronteras. La Unión Europea está firmando acuerdos con Turquía, Argelia y Marruecos para que estos países frenen el flujo migratorio que atraviesa sus territorios.
Estados Unidos hace lo mismo con México, con el objetivo de evitar que los migrantes procedentes de Centroamérica lleguen a su frontera y se queden en territorio mexicano, donde son sometidos por los cárteles y sufren enormemente.
¿Qué enfoque debería adoptar Europa?
En lugar de ver la migración como algo inherentemente malo que hay que frenar, debemos asumirla como un fenómeno normal y necesario en un mundo interconectado. También habría que pensar en cómo lograr que tanto la población migrante como la nativa se beneficien de ella. Una medida muy eficaz, que redundaría en beneficio de todos, sería aumentar la inversión en vivienda, salud y educación en los barrios y ciudades donde se asientan los migrantes, para evitar que la cantidad y calidad de los recursos públicos se vea mermada por el aumento de población.
La migración es positiva para una Europa cada vez más envejecida; y, además, es posible. Así se demostró con la incorporación de España y Portugal a la Unión Europea. Muchos europeos del norte pensaban que iba a producirse una “inundación” de migrantes españoles y portugueses hacia sus países, pero ocurrió justo lo contrario. Al final, había más jubilados alemanes e ingleses instalándose en España que trabajadores españoles marchándose al norte.



