“Venid entonces, y discutiremos. Si estáis dispuestos a escuchar, nos aguarda un gran futuro juntos. Pero si rehusáis y os negáis a escuchar y actuar, os devorará el calor, la contaminación, la sequía aquí
y la subida de las aguas allí”
(cf. Isaías 1,18-20)

Iñaki Olazabal Otero, técnico de Cooperación Internacional de Cáritas Española

Los desastres ambientales son una realidad para millones de personas en todo el mundo, en particular para los habitantes de las periferias existenciales. Según el último informe anual del Internal Displacement Monitoring Center (IDMC), 26,4 millones de personas se vieron obligadas a abandonar sus hogares a causa de inundaciones, tormentas y otros desastres en 2023, el tercer total anual más alto de los últimos diez años. Solo en el último trimestre, 7,7 millones de personas fueron desplazadas por desastres, la segunda cifra más alta registrada desde que el IDMC comenzó a recopilar estos datos en 2019. A medida que los fenómenos climáticos extremos se vuelven más frecuentes y severos, es previsible que el número de personas desplazadas por motivos ambientales continúe en aumento.

Clamor por los afectados

Hoy nos toca unirnos en un clamor único para apoyar a las personas afectadas por el desastre de la DANA. Miles de personas han tenido que buscar refugio en otros lugares, una experiencia tristemente habitual en muchos países del Sur. Las personas que han perdido todo tras la DANA son también desplazadas internas, según los principios rectores de los Desplazamientos Internos de la ONU, aunque en el Norte no se las suela categorizar así. Esto implica que las autoridades tienen la responsabilidad de garantizar su protección, asegurando su acceso a asistencia humanitaria y al ejercicio efectivo de sus derechos.

El Papa ha enfatizado la necesidad de una respuesta compasiva y solidaria hacia quienes sufren las consecuencias del cambio climático. En la encíclica Laudato si’, Francisco nos recuerda que todos somos parte de una misma familia humana y que el cuidado de nuestra casa común es universal y no entiende de fronteras. Los desastres y los dolores nos unen en nuestra respuesta fraterna, pese a las fronteras y la distancia. De hecho, tras la DANA, Cáritas de todos los continentes nos han expresado su apoyo y solidaridad en un ejercicio de cooperación fraterna.

En 2021, el Papa Francisco presentó las Orientaciones pastorales sobre desplazados climáticos. Este documento plantea el “rostro humano” de la crisis climática y proporciona herramientas a las Iglesias locales, congregaciones religiosas y agentes de pastoral para planificar y desarrollar programas ante estos desastres. Estas orientaciones, basadas en una atenta escucha de quienes trabajan en el terreno en el Sur Global, hoy nos guían en el Norte tras la DANA.

Sufrimiento compartido

En definitiva, desastres como el de la DANA nos recuerdan la fragilidad de nuestra existencia y nos conectan profundamente con el sufrimiento de las comunidades más vulnerables del Sur, así como con su lucha contra el cambio climático. Este sufrimiento compartido nos invita a reconocer que, aunque nuestras circunstancias puedan diferir, los fenómenos climáticos extremos son globales, van en aumento y nos exponen igualmente a la devastación y la pérdida.

La compasión y la dimensión universal de la caridad son más que palabras; son nuestro latido como Iglesia, son el latido de quienes nos negamos a permanecer indiferentes frente a dolores y desastres, sean cercanos o lejanos, son el latido de quienes nos comprometemos a construir un futuro justo y sostenible donde cada vida cuente y cada voz sea escuchada.