El sueño de Rubén
Es posible que las personas sin hogar no tengan una casa, ni siquiera un techo bajo el que refugiarse. Pero lo que sí tienen es esperanza, aspiraciones y sueños; y, sobre todo, tienen derechos. Como tú. Y como Rubén, Clara o Samir, que en este artículo nos hablan de sus vidas sin hogar y de sus sueños para el futuro.
Adela Zamora. Cáritas Española

A sus 44 años, Rubén solo quiere ‘una cama que no se moje cuando llueve’. ‘Sueño con volver a tener una llave en el bolsillo, aunque sea de una habitación compartida. Eso me haría sentir persona otra vez’, cuenta.
Rubén es una de las miles de personas que en España no tienen hogar, pero sí sueños; sueños que hablan de vida, de esperanza, de metas y de derechos.
Este año, Cáritas, en la campaña por el Día de las Personas sin Hogar (que se celebra el 26 de octubre), quiere visibilizar los sueños silenciados de quienes cada día se enfrentan a múltiples barreras para acceder al derecho a una vivienda adecuada.
Personas en riesgo
Entre esas personas hay colectivos muy diversos, pero igualmente vulnerables y en riesgo de quedarse sin hogar: personas que, aun trabajando, no pueden pagar un alquiler; migrantes atrapados en la invisibilidad burocrática; víctimas de violencia machista que no encuentran una salida segura; personas con discapacidad o problemas de salud mental a quienes se les cierran las puertas del empleo; jóvenes extutelados que, al cumplir 18 años, quedan fuera del sistema de protección; mayores sin red familiar ni pensión suficiente que les garantice unas condiciones de vida dignas; personas LGTBIAQ+ expulsadas de sus hogares o discriminadas; madres solas que luchan por criar a sus hijos bajo un techo precario…
En efecto, según datos del INE, los factores desencadenantes más comunes del sinhogarismo —situación que viven casi 30.000 personas en nuestro país— son la migración forzada (28,8 %), la pérdida de empleo (26,8 %) y los desahucios (16,1 %).
Porque esta realidad no aparece de la noche a la mañana. Es el resultado de vidas que se tambalean cuando estas circunstancias las atrapan y no hay una familia o unos amigos que las sostengan. La pérdida de un empleo, una enfermedad mental sin tratar, una separación, una adicción o un proceso migratorio truncado puede transformar la vida de cualquiera. “Cuando desaparecen las redes de apoyo, cuando el sistema no responde, la realidad se convierte en una pesadilla diaria”, advierte el colectivo de personas sin hogar a través de un manifiesto hecho público por Cáritas.
Clara, de 38 años, trabajó durante muchos años cuidando a personas mayores. Pero la vida, que da muchas vueltas, la llevó a la soledad y a la calle. “Ahora acudo a un centro de día, pero sigo soñando con volver a cuidar a alguien y tener así un hogar. Que alguien confíe en mí.”
La suya no es una historia aislada. Samir tenía una vida tan normal como la de Clara. “Estaba estudiando para ser técnico informático, pero me caí del sistema. Me gustaría volver a clase, acabar el módulo y poder trabajar. No me rindo. Solo necesito otra oportunidad.”

“Estaba estudiando para ser técnico informático, pero me caí del sistema. Me gustaría volver a clase, acabar el módulo y poder trabajar. No me rindo. Solo necesito otra oportunidad.”
Samir, 29 años
Sin hogar, sin derechos
Cáritas acompaña a Rubén, Clara, Teresa y a muchas otras personas sin hogar para que recuperen sus derechos. Porque, como también afirma el manifiesto, el sueño de Cáritas es que “toda persona tenga garantizado su derecho a un nivel de vida digno”.
Ese derecho abarca el acceso a la salud, a una vivienda adecuada, a una alimentación suficiente, al vestido, a los servicios sociales y a una red de protección frente a las adversidades. La falta de un hogar, más allá de la ausencia física de un techo, implica el desmoronamiento de esa red básica de seguridad.
Acércate
Por eso, Cáritas anima a toda la ciudadanía a superar la indiferencia hacia las personas que viven en la calle: a acercarse a ellas, hablar, actuar y construir comunidad. Porque “el sinhogarismo no es un problema individual, sino colectivo”.
Como recuerda el papa Francisco en su encíclica Fratelli tutti: “Se necesita una comunidad que nos sostenga, que nos ayude y en la que nos ayudemos unos a otros a mirar hacia adelante. ¡Qué importante es soñar juntos! Soñemos como una única humanidad… como caminantes de la misma carne humana, como hijos de esta misma tierra que nos cobija a todos.”

Y tú, qué puedes hacer
• Mirar a la persona sin hogar y ver con otros ojos.
• Detenerte, saludar, preguntar su nombre.
• Escuchar sin prisas ni prejuicios.
• Convertir tu tiempo en compañía, tu palabra en consuelo y tu cercanía en dignidad.
• Sumarte a reclamar sus derechos.
• Ser parte de su camino hacia una nueva vida.



