Jóvenes y mayores, unidos por la vida
Gema Martín Borrego. Cáritas Española

En una sala de la residencia Teresa Jornet, en Girona, una anciana escocesa conversa con una adolescente catalana. Hablan de mascotas, de recuerdos familiares y hasta de religión. Esta escena cotidiana forma parte de un proyecto que está transformando la manera en que dos generaciones se miran. Se trata de Grans Moments, una iniciativa de Cáritas Diocesana de Girona que, desde 2008, une a jóvenes y mayores para combatir la soledad y derribar prejuicios.
«El programa nace de la necesidad de poner en relación a dos generaciones cada vez más alejadas, para romper estereotipos mutuos», explica Lourdes Cortés Planas, responsable del Programa de Acompañamiento a las Personas Mayores en Cáritas Girona.
Lo que comenzó como un modesto esfuerzo para llevar visitas semanales a residencias se ha convertido en un proyecto consolidado, presente ya en 17 localidades de la diócesis y que, cada curso escolar, moviliza a decenas de adolescentes y ancianos. El pasado año, 509 jóvenes —casi todos de 3.º y 4.º de ESO— acompañaron a 509 personas mayores.
El punto de partida fue ofrecer compañía a los residentes de centros geriátricos que sufrían soledad no deseada. Con el tiempo, sin embargo, el proyecto ha crecido y ahora busca no solo acompañar, sino también potenciar la relación directa entre personas mayores y jóvenes, y crear vínculos significativos entre ellos.
Cada joven, generalmente de 3.º o 4.º de ESO, se compromete a visitar semanalmente, al menos durante un curso escolar, a una persona mayor en una residencia. A veces en parejas, a veces en grupo. Se trata de encuentros estructurados, con seguimiento de Cáritas y coordinación con el personal de los centros, pero la clave está en la naturalidad que surge cuando dos generaciones empiezan a compartir su tiempo.
El proyecto, al mismo tiempo, empodera a los mayores, dándoles protagonismo y un papel activo en las decisiones sobre cómo quieren ser acompañados. Se busca que no sean solo receptores de atención, sino sujetos plenos en la relación.
«Para los mayores es un soplo de aire fresco, de vida, de alegría. Para los jóvenes, un momento de socialización que no encuentran en muchas otras actividades», resume Lourdes Cortés.
La voz de los jóvenes
Anna, de 15 años, estudiante de 4.º de ESO, comenzó a participar en el proyecto hace casi un año. Lo hizo, admite, porque le atraía la experiencia de voluntariado y el certificado que recibiría, pero pronto descubrió que se trataba de mucho más.
«Me gusta mucho conversar y relacionarme con otras personas. Con la señora que visito, que es escocesa y solo habla inglés, hemos hablado sobre animales, su país e incluso sobre religión —cuenta—. Ha sido muy interesante tener un punto de vista tan diferente culturalmente.»
Además, esta relación le ha abierto «la mente». «Tenemos la idea de que, cuando se habla con las personas mayores, se debe ir con mucho cuidado, como si fueran frágiles y no personas que han vivido años de experiencias que nosotros no tenemos. Pero yo he podido hablar de manera natural y sin restricciones. Me he dado cuenta de que, por mucho que seamos de épocas diferentes, lo más importante es el respeto mutuo y la comunicación.»
Tanto le ha marcado la experiencia que, aunque este curso empieza Bachillerato y no tendrá tiempo de acudir semanalmente, ha decidido seguir visitando a su compañera de residencia una vez al mes, por su cuenta.

“Me gusta mucho conversar y relacionarme con otras personas. Con la señora que visito, que es escocesa y solo habla inglés, hemos hablado sobre animales, su país e incluso sobre religión —cuenta—. Ha sido muy interesante tener un punto de vista tan diferente culturalmente.”
Anna, Estudiante de 4.º de ESO
La mirada de la experiencia
Para los mayores, el programa se convierte en un respiro dentro de la rutina de la residencia. Carme Riera Bosch, de 94 años, lo expresa así: «Siempre me ha gustado mantener relación con la juventud y durante muchos años hice voluntariado en mi pueblo. Ahora me siento muy agradecida de la compañía.»

Además, está convencida de que los mayores tienen mucho que enseñar. A Marina —la joven que la visita semanalmente— le cuenta historias familiares, recuerdos de su vida laboral y vivencias de amor y amistad. «Creo que así puede adquirir una visión más amplia y realista de la vida», opina. «La sociedad no escucha demasiado a las personas mayores, aunque pienso que tenemos muchas cosas que aportar, sobre todo nuestra experiencia. Por suerte, este proyecto ayuda a acercar generaciones y a mantener relaciones que de otro modo se perderían», añade Carme.
Un modelo basado en la reciprocidad
En efecto, Cáritas subraya la reciprocidad como eje del proyecto. «Todas las generaciones son valiosas y pueden contribuir a la vida de la comunidad. No se trata de que unos den y otros reciban, sino de compartir», señalan desde Grans Moments. Por eso, además de las visitas semanales, se organizan actividades grupales, salidas fuera de la residencia e incluso una fiesta de fin de curso. Este encuentro final, lleno de recuerdos, ayuda a cerrar la experiencia y, en algunos casos, a preparar despedidas dolorosas.
«Las pérdidas pueden ser el primer contacto de los jóvenes con la muerte. En esos casos hacemos un acompañamiento muy cercano», explica Lourdes Cortés. Los adolescentes quisieron asistir al funeral de su amigo mayor, y algunos intervinieron en la ceremonia. «Eso demuestra la intensidad de los vínculos que se crean.»
El otro gran eje del proyecto es combatir el edadismo. «Hay que educar a los adolescentes en el respeto y la valoración de la vejez. La prevención debe comenzar en las edades más tempranas para crear una sociedad más igualitaria y respetuosa», concluye Cortés.



