El papa Francisco, en su mensaje cuaresmal, nos ha invitado a “caminar juntos en la esperanza”, a ser “peregrinos de la esperanza”.

Luis Miguel Rojo Septién, delegado episcopal de Cáritas Española

Nos encontramos a las puertas de la Semana Santa de este Jubileo de la Esperanza. El papa Francisco, en su mensaje cuaresmal, nos ha invitado a “caminar juntos en la esperanza”, a ser “peregrinos de la esperanza”. Y aunque el tiempo litúrgico de la Cuaresma haya terminado, la peregrinación continúa.

En la Semana Santa afrontamos las últimas etapas, aquellas que nos impulsan hacia la meta y nos posibilitan el encuentro con el Resucitado. Por ello, es bueno refrescar y reavivar algunas claves del peregrino para vivir con mayor profundidad el sentido de estos días.


Ponte en camino

La primera y elemental clave entraña la actitud sincera de ponerse en camino y vivir esta Semana Santa con hondura existencial. La decisión de Jesús de Nazaret de ponerse en camino hacia Jerusalén (cf. Lc 9,51) nos urge a tomar la decisión convencida de dejar atrás nuestras propias seguridades, alejarnos de nuestra zona de confort y asumir nuestra vocación de hijos de Dios con todo lo que esto conlleva.

La entrada triunfante de Jesús en Jerusalén, a lomos de una borrica, encierra dos lecciones que no debemos olvidar: la vida como servicio y la humildad como marca del verdadero cristiano. Son también las dos luces incandescentes que el peregrino tiene que llevar consigo para no perderse entre los reclamos de la riqueza, el poder y la egolatría.

El encuentro

La segunda clave es transformar el camino en un encuentro con los hermanos y con toda la realidad que nos rodea. Una de las experiencias más bonitas de todo peregrino es gozar de la naturaleza, de los asombrosos paisajes y de aquellas personas que se hacen presentes a lo largo del camino.

El Jueves Santo celebramos la Cena del Señor. Es el gran día del Pan de Vida, que se hace “viático”, es decir, alimento imprescindible para el camino. Pero, a la vez, es el Pan partido y compartido con los hambrientos, marginados y descartados. Es el Pan que nos compromete a luchar para que “todos tengan vida y la tengan en abundancia” (cf. Jn 10,10).

Viernes Santo

La tercera clave está en el Viernes Santo, en la celebración de la Pasión y Muerte del Señor. La cruz desnuda, el abandono, la oscuridad, el sinsentido de la vida, el silencio… También el peregrino se aturde muchas veces entre vericuetos extraños, se siente solo y abandonado. Pero el árbol de la cruz tiene el mejor fruto: la esperanza liberadora. Porque Pan de Vida y muerte de cruz son dos caras de la misma moneda.

La meta del peregrino


Por último, la meta del peregrino, la que da sentido a todo su caminar y a todo su ser, está expresada en la Noche Santa, donde pasamos de las tinieblas a la luz. Es el encuentro con el Resucitado, un encuentro que nos transforma en personas nuevas, que nos abre de par en par las ventanas de la esperanza, que hace arder nuestro corazón y nos explica las Escrituras para seguir caminando sin dudas ni zozobras (cf. Lc 24,32).