Una historia de voluntariado y de vocación al servicio de los más vulnerables

María Luisa Rodríguez. Profesora de Secundaria en el Colegio Salesianos Atocha (Madrid) y voluntaria de Cáritas

María Luisa es una profesora madrileña de 47 años, madre de tres hijos y, además, voluntaria de Cáritas. En esta carta, nos ofrece su testimonio de vida, en el que las personas más vulnerables ocupan un lugar imprescindible. “Mi voluntariado en Cáritas comenzó hace unos once años, cuando fui madre de mi segunda hija, Jimena. Anteriormente, había atendido a niños en distintas barriadas de Madrid, como Las Carolinas, y en el poblado chabolista El Salobral.

Vocación desde la adolescencia

adolescente, en el Centro Juvenil de Atocha, que ofrece un espacio de fin de semana para jóvenes y donde están presentes la alegría y la transmisión de valores en un ambiente cristiano. Allí descubrí que mi vocación estaba centrada en la ayuda a los más necesitados.

El Centro Juvenil me dio la posibilidad de unirme “al apostolado de lo social” y ser voluntaria con las personas que más lo necesitan. Aquel apostolado me abrió los ojos a muchas realidades: a ver al otro como un hermano, no como alguien al que sacar de la situación en la que estaba; y a acompañarle para que sea el protagonista de su vida. También contribuyó a configurar mi manera de ser: viendo a otros que no tenían tanto, me cuestioné el gasto superfluo que hacía en mi día a día.

Con el paso del tiempo, me casé y tuve a mi primer hijo. Y aunque continuaba coordinando a un grupo de jóvenes y seguía en contacto, dejé el voluntariado activo. Pero pronto me di cuenta que era fundamental para el crecimiento de mi fe hacer algo por aquellos a los que no conozco.
Cuando nació mi segunda hija, decidí buscar algo que pudiera compatibilizar con mi situación familiar. En el mismo entorno de los Salesianos, en la parroquia, encontré un voluntariado que aunaba todo lo que buscaba: Cáritas Parroquial y la acogida.

Acogida parroquial

En estos once años de acogida parroquial he aprendido mucho. He conseguido ayudar un poquito mejor e incidir en lo más importante para aquellas personas que vienen buscando alguna ayuda. Materialmente no ofrecemos gran cosa de forma inmediata, pero sí damos una respuesta cercana, cariñosa y esperanzadora, a pesar de que las situaciones sean, en ocasiones, extremadamente duras.

Para mí, lo mejor del voluntariado es la sensación de estar haciendo lo que debo hacer, aquello a lo que estoy llamada. Aunque a veces pienso que el tiempo y la dedicación que ofrezco no son suficientes, creo que es importante reconocer los límites personales, que somos un instrumento, pero no somos la solución.
Otra parte importante son mis compañeros y el contacto con otras realidades, que me permiten entender mejor el mundo en el que vivimos.

Y lo más duro, sin duda, son las situaciones extremas ante las que te sientes impotente y a las que no sabes dar respuesta. ¡Menos mal que para esto nunca estamos solos!

Siempre hay tiempo para los demás

Creo firmemente que todos podemos sacar tiempo para dar a los demás; quizá la manera de “dar” deba cambiar en distintos momentos de nuestra vida, pero eso no puede convertirse en una excusa para no actuar.

A quienes les ronde la idea de ayudar a otros, los animo a que no la desoigan, que busquen aquello a lo que están llamados. Sed activos, salid de vuestro círculo. Si no acertáis a la primera seguid buscando, hasta que encontréis lo que os ayude a realizar vuestra verdadera vocación.”