Fuego y despoblación: dos caras de la misma crisis
El abandono rural no solo aumenta el riesgo de incendios, también pone en jaque la supervivencia de nuestros pueblos. La falta de políticas que apuesten de verdad por el mundo rural abre la puerta a un futuro de despoblación, abandono y desaparición de comunidades enteras.
Gema Martín Borrego. Cáritas Española

“Ahora todo el mundo se preocupa por la ‘España vaciada’ a causa de los incendios. Pero cuando llegue el frío, nadie se acordará de los fuegos de este verano, y mucho menos del ‘vacío’ que sufrimos en el medio rural”, se lamenta Antonio, agricultor zamorano que vive en y del campo.
Afortunadamente, Antonio no se ha visto afectado por los incendios que han devastado el norte de Zamora y otras provincias españolas, como Ourense, León o Cáceres, y que han calcinado más de 350.000 hectáreas.
¿Una tragedia evitable?
Pasados casi dos meses de la tragedia, aún se siguen debatiendo las causas de esos incendios: la negligencia humana, el calor extremo propiciado por el cambio climático, la falta de recursos, la despoblación de las zonas afectadas… “No se analizan las causas con seriedad ni se plantean medidas a medio plazo —lamenta Antonio—; solo hay ideología y bronca política”.
“No se analizan las causas con seriedad ni se plantean medidas a medio plazo —lamenta Antonio—; solo hay ideología y bronca política”
En efecto, ahora unos y otros se reparten culpas, pero los incendios han evidenciado la fragilidad de un territorio que lleva décadas olvidado por todos. Antonio, que desde hace años contempla en primera persona cómo su pueblo y su oficio desaparecen lentamente, tiene claro que la despoblación, la falta de recursos y el desprecio por la opinión de quienes viven en el campo agravan y extienden los fuegos. “Ya no hay huertas cerca de los pueblos ni ganaderos que lleven sus ovejas al monte para limpiar la vegetación; tampoco nos dejan hacer quemas controladas ni recoger leña”, asegura. Ahora solo quedan campos de cultivo abandonados y masa forestal de monte bajo que, al arder, propaga las llamas con gran intensidad y rapidez.
Cáritas Española, que ha estado todo el verano en contacto con las Cáritas Diocesanas de Ourense, Zamora, Ávila, León o Plasencia —afectadas por los incendios—, tiene claro que esta catástrofe no es solo consecuencia del clima, sino también de la ausencia de políticas estructurales hacia el mundo rural.
Los fuegos son la metáfora más gráfica de lo que ocurre en estos territorios: pueblos que se apagan poco a poco, donde la falta de servicios, el envejecimiento de la población y la emigración de los más jóvenes van dejando tras de sí un entorno vacío y vulnerable.
Una población vulnerable
Los profesores de la Universidad Pablo de Olavide, Auxiliadora Gómez-Portillo y Esteban Ruiz-Ballesteros, han publicado en Documentación Social (Cáritas) un artículo fruto de su investigación en el Valle del Genal, en la serranía de Málaga. A través de entrevistas, observación y trabajo etnográfico, analizan las “vulnerabilidades” rurales, entendidas no tanto como riesgo de pobreza, sino como las dificultades que condicionan la vida en los pueblos: la movilidad, la soledad, la despoblación, la falta de recursos y servicios o el control social.
La movilidad es una causa de vulnerabilidad muy significativa: “La ausencia de transporte público suficiente convierte al coche privado en la única alternativa viable, lo que excluye automáticamente a quienes no disponen de vehículo”, apuntan Gómez-Portillo y Ruiz-Ballesteros. La falta de servicios refuerza la sensación de abandono: “El acceso a sanidad, educación o cultura depende directamente de la capacidad de desplazarse”, señalan los investigadores.
Lo mismo ocurre con la despoblación, que no solo reduce el número de habitantes, sino que erosiona la vida comunitaria, las fiestas e incluso el cuidado del entorno y la prevención de incendios. La despoblación trae consigo una de sus consecuencias más graves: la soledad, fruto del envejecimiento y de la marcha de los jóvenes, que deja a muchos vecinos condenados a vivir aislados.
“El acceso a sanidad, educación o cultura depende directamente de la capacidad de desplazarse”

Las riquezas intangibles
Pero, más allá de las dificultades evidentes, el mundo rural conserva fortalezas, aunque a veces resulten invisibles. Allí se encuentra nuestro medio natural y perviven valores intrínsecos al ser humano, como la vida comunitaria, la solidaridad y los cuidados. Como subrayan los investigadores de la Universidad Pablo de Olavide, “los pueblos mantienen capital social, relaciones de confianza y un fuerte arraigo identitario que compensan parcialmente la falta de recursos materiales”.
Dado que estas riquezas no parecen suficientes para revertir el éxodo rural, es necesario crear condiciones estables que atraigan a nuevas personas y que permitan a los jóvenes que deseen quedarse hacerlo con dignidad.
Apostar por el empleo digno
“La población rural, especialmente los jóvenes, se ve obligada a dejar sus pueblos en busca de oportunidades laborales, porque las condiciones de trabajo en el campo suelen ser difíciles y precarias”, apunta Ana Sancho, técnica de Economía Solidaria de Cáritas Española.
“La creación de empleo digno es fundamental para que la población local permanezca y para que se establezcan nuevos pobladores —continúa Ana—. Cáritas se ha unido a este reto e impulsa proyectos de economía social que combinan inserción laboral y cuidado del territorio”.
Por ejemplo, en Cataluña, jóvenes en riesgo de exclusión trabajan en viñedos y olivares de Mas Marquet. En la Rioja Alavesa, Lanagro intenta reducir la temporalidad agrícola ofreciendo contratos estables. En Albacete, los Viveros El Sembrador producen plantas forestales, mientras que el Cortijo Covaroca combina turismo rural y educación ambiental.
No obstante, cuando pensamos en empleo rural solemos asociarlo únicamente al sector primario, cuando el turismo, la construcción y otros oficios como la fontanería o la electricidad son cada vez más demandados. Y eso sin contar con las posibilidades que ofrece el teletrabajo para quienes no quieren o no pueden vivir en las ciudades.
Una visión integral
Auxiliadora Gómez-Portillo y Esteban Ruiz-Ballesteros reclaman un análisis del mundo rural que supere la visión meramente económica e incorpore un enfoque de justicia espacial, capaz de reconocer la distancia, la orografía, la dificultad de movilidad o la dispersión demográfica como los factores que más influyen en las vulnerabilidades rurales.
Para diseñar políticas realistas y de largo plazo, es necesario tener en cuenta estos factores y escuchar a sus protagonistas. Porque el campo no está vacío: está lleno de saberes y de oportunidades. Aprovecharlas es fundamental para asegurar el futuro de nuestros pueblos.

La mujer rural
Si hay un rostro que encarna la vulnerabilidad en el campo, es el de las mujeres. Como señala Cáritas en la campaña “Ellas somos Nosotras” —que busca visibilizar las brechas y situaciones de exclusión que experimentan—, “ellas sufren una discriminación múltiple: de género, por su condición social y por el medio en el que viven”.
En efecto, en el medio rural la masculinización es evidente y persisten “roles de género muy arraigados que relegan a las mujeres a lo doméstico, limitando sus oportunidades de desarrollo personal y profesional”. De hecho, el trabajo femenino en el campo se ha invisibilizado y considerado una simple “ayuda” al esposo agricultor, en lugar de reconocerse como una actividad profesional más.
Pero no todo es carencia. En muchos pueblos, los grupos de mujeres —algunos promovidos por Cáritas— se han convertido en espacios de empoderamiento: lugares para aprender, compartir experiencias y recuperar la autoestima.
Así lo cuenta Floren, voluntaria de Cáritas de 85 años que vive en Brea del Tajo (Madrid) y forma parte de una asociación de mujeres rurales: “Con mi edad, me doy cuenta de que la gente joven cree que somos invisibles y que no valemos para nada. Pero la experiencia la tenemos nosotros, los mayores. Y a mí me gusta compartir, estar con la gente, abrirme a todos. La asociación me permite hacer eso, porque nos reunimos, leemos, cocinamos…”.
En la Diócesis de Guadix-Baza, Cáritas ha desarrollado un programa para acompañar a mujeres rurales en situación de vulnerabilidad. Allí, casi el 70% de las personas desempleadas son mujeres. El programa incluye alfabetización, talleres de autoestima, formación digital, prevención de la violencia de género y envejecimiento activo. “El objetivo es que las mujeres sean protagonistas de su proceso de integración social y laboral”, explican desde Cáritas Guadix-Baza.
Cáritas en el mundo rural

Cerca de 2.000 equipos de Cáritas trabajan en el medio rural, acompañando a las personas más vulnerables, dinamizando la vida comunitaria, ofreciendo formación y apoyando proyectos de empleo.



