La tragedia de la DANA provoca una ola de solidaridad sin precedentes

Adela Zamora. Cáritas Española

Fina Ferrer y su marido se encontraban en su casa de Algemesí (Valencia) la tarde del 29 de octubre. “Estábamos en el sofá viendo, en televisión, la desgracia que estaba ocurriendo en Utiel [localidad ubicada en la cabecera del Río Magro] cuando mi hija nos llamó para avisarnos de que el río también se había desbordado en Algemesí. Levanté la persiana y vi muchísima agua en la calle. Nunca había visto algo así. Yo vivo en la parte más alta de la ciudad, y allí nunca había llegado el agua; ni en la pantanada de 1982, ni en la riada de 1957”. Así recuerda Fina, voluntaria y directora de Cáritas de la Parroquia Mª Auxiliadora, de Algemesí, cómo empezó para ella un drama que ha destrozado la vida de tantas personas, especialmente en Valencia, pero también en Albacete, Cuenca y Málaga.

“Mi marido y yo vivimos en la planta baja de un edificio porque él tiene una enfermedad degenerativa que le dificulta la movilidad”, explica Fina. Cuando empezó a entrar el agua en su casa, puso la ropa y los objetos encima de la cama y de los muebles altos. “No sé por qué solo pensaba en salvar el dormitorio y la ropa”.

La peor noche

El agua subía rápido de nivel, entonces la vecina del piso superior les llamó instándoles a subir a su casa. “Cuando llegamos, nos dimos cuenta de que habíamos olvidado la medicación, y mi marido no puede pasar sin ella –continúa Fina–. Decidí bajar. El agua me llegaba a las rodillas. Cuando, por fin, encontré los medicamentos y abrí la puerta para salir, el agua entraba con tanta fuerza que ya no pude cerrarla”.

“Cuando llegamos, nos dimos cuenta de que habíamos olvidado la medicación, y mi marido no puede pasar sin ella explica Fina, voluntaria de Cáritas. Decidí bajar. El agua me llegaba a las rodillas. Cuando por fin encontré los medicamentos y abrí la puerta para salir, el agua entraba con tanta fuerza que ya no pude cerrarla”

Fina y su marido pasaron la noche en casa de sus vecinos. La casa que, con tanto cariño y esfuerzo, habían adaptado a sus necesidades quedó, en gran parte, destrozada. No obstante, ellos se encuentran entre los “afortunados” de su ciudad: están con vida, y en su casa el agua llegó “solo” a los 85 centímetros de altura, por lo que, a pesar de los daños, podrán seguir viviendo en ella.

La tragedia ha sido inmensa en Algemesí. El municipio está en la “zona cero” del desastre provocado por la DANA. La riada, que en algunas zonas de la localidad alcanzó los dos metros de altura, arrasó con todo a su paso, causando la muerte de cuatro personas, anegando edificios públicos, casas y negocios, y llevándose por delante puentes, carreteras, cultivos y coches. La devastación fue tal que los vecinos estuvieron incomunicados durante dos días.

Vidas paradas

Seis semanas después de una de las mayores catástrofes naturales de la historia de España, la vida es muy diferente para los algemesinenses, y para las decenas de miles de personas afectadas por la DANA. Muchas no han podido volver todavía a sus casas, y otras no podrán hacerlo nunca porque o se han derrumbado o son inhabitables. Tampoco el cien por cien del alumnado ha reanudado sus clases. Al cierre de la edición de esta revista, más de 4.500 alumnos de Valencia no habían vuelto al colegio.
Las calles de las localidades más afectadas (Alfafar, Algemesí, Benetússer, Utiel, Pincaya, Paiporta, Chiva o Catarroja, entre otras) siguen enfangadas y con residuos, a pesar de que en un mes se han retirado 300.000 toneladas de muebles, electrodomésticos y escombros. Los vecinos aún siguen sacando desperdicios de sus casas, y algunos garajes y trasteros continúan inundados. “Los bomberos están trabajando 24 horas al día limpiando las calles, sacando los muebles y los coches de las zonas comunes del pueblo, y poco a poco vamos viendo el asfalto de las aceras”, cuenta Óscar Benavent, párroco de San Pío X, en Algemesí. El hedor que emana del fango, la basura y las alcantarillas colapsadas lo impregna todo. Y el polvo en suspensión dificulta la respiración.

El impacto económico de la DANA es enorme. La Cámara de Comercio lo estima en casi 22.000 millones de euros en Valencia, el 32% del PIB de la provincia. Hay miles de empresas y autónomos afectados (el 90% de estos últimos no ha reanudado su actividad), y más de 30.000 trabajadores incursos en ERTE.

Solidaridad y esperanza

“Está siendo un momento de gran crisis social en Valencia –explica Óscar Benavent–; muchas personas están desesperadas porque lo han perdido todo: sus negocios, sus bienes, sus casas, sus coches, sus trabajos”. Y en este escenario de desesperanza, rabia e indignación “hay muchas heridas que tardarán en cerrarse”, añade Jesús Cervera, párroco de Nuestra Señora del Socorro, en Benetússer.

Pero también ha surgido algo bueno, la solidaridad de la ciudadanía española con los damnificados, que ha mostrado lo mejor del ser humano y la esperanza de que, juntos, podemos construir una sociedad mejor, que no deje a nadie atrás. “Desde el primer día, la gente ha salido a la calle a ayudar a sus vecinos. Hay familias enteras trabajando todo el día”, cuenta el párroco de Algemesí. “Los voluntarios son unos héroes, tanto los de aquí como los que han venido desde otros lugares, un fin de semana o una semana. Algunos incluso se han cogido días de vacaciones para ayudar”, añade. De hecho, Cáritas Valencia ha informado de que se han ofrecido más de 350 personas nuevas para las labores de voluntariado.

En Algemesí todos se han apoyado: voluntarios, vecinos, familiares, participantes en los proyectos de Cáritas. “Tragedias como esta sacan lo mejor de la gente, porque la gente es buena –afirma Fina Ferrer–; al día siguiente de la riada vino a casa Gore, un senegalés que atendemos en Cáritas. Quería asegurarse de que estábamos bien”.

Montse Alverola, coordinadora de la Vicaría VII de Cáritas Valencia, recuerda que “las parroquias están abiertas para atender las necesidades materiales y emocionales de todos”, especialmente de las personas más vulnerables, que en estos momentos son los mayores que viven solos y las familias con niños pequeños. “Y estas personas necesitan mucho apoyo y acompañamiento”, insiste. “Estamos llevando comida a personas enfermas y mayores, y nuestras enfermeras voluntarias acuden a atenderlas”, apunta el director de la Cáritas parroquial San Pío X y voluntario desde hace 42 años, Víctor Egea.

“Tragedias como esta sacan lo mejor de la gente, porque la gente es buena –afirma Fina Ferrer–; al día siguiente de la riada vino a casa Gore, un senegalés que atendemos en Cáritas. Quería asegurarse de que estábamos bien”

Mucho por hacer

Reparar y reconstruir todos los daños –incluyendo los emocionales– llevará meses, e incluso años en algún caso. “Cáritas va a poner carne al evangelio: ir casa por casa, familia por familia, viendo qué necesidades inmediatas tienen y cómo podemos ayudar a la reconstrucción”, explica Óscar Benavent.

En este sentido Cáritas ha lanzado su Plan de Respuesta a la Emergencia para atender las necesidades de las personas damnificadas.

En Valencia, este plan –que tiene una duración prevista de 3 años y un presupuesto inicial de 33 millones de euros– contempla, entre otras acciones: atención a las necesidades más básicas como la alimentación o la ropa; ayudas al alquiler, la rehabilitación o la compra de enseres; y el apoyo psicológico y emocional. Se centrará en aquellos grupos que sufren mayor vulnerabilidad: personas mayores, menores y jóvenes; familias numerosas; personas en soledad y sin redes de apoyo; migrantes; y personas en situación de exclusión y vulnerabilidad previa.

En Letur (Albacete), donde la riada arrasó parte de la localidad y fallecieron seis personas, además de atender las necesidades básicas de las personas afectadas, se pondrá en marcha un programa para la elaboración del duelo, con un centro de escucha, charlas psicoeducativas y grupos de apoyo. Y, en breve, comenzarán las tareas de reparación del Restaurante El Búho, una iniciativa de economía social impulsada por Cáritas Albacete a través de la Fundación El Sembrador.

Por su parte, en Cuenca, el plan de acción se centra en ayuda monetaria, atención a las necesidades básicas, ayudas a la reforma de viviendas y sus equipamientos, y apoyo mental y emocional a los afectados.

Gracias

Todo esto no sería posible sin la entrega generosa de nuestros voluntarios y de la solidaridad de la sociedad española. Desde que lanzamos la campaña de ayudas a los damnificados por la DANA, Cáritas ha reunido más de 42,8 millones de euros.

“Tenemos sobradas razones para agradecer el apoyo masivo a nuestra misión. Esa confianza nos va a permitir seguir estando cerca de las personas más desfavorecidas en un contexto de grave destrucción de sus medios de vida”, concluye Manuel Bretón, presidente de Cáritas Española.