La paradoja de Mozambique
El país africano sigue siendo uno de los más pobres del mundo a pesar del dinero procedente de sus recursos naturales
Gema Martín Borrego. Cáritas Española
2023 ha sido un gran año para Mozambique. El país continúa imparable en su crecimiento económico que, en el pasado ejercicio, ha rozado el 7%, y sus grandes reservas de gas y de otros recursos naturales hacen prever que los próximos años siga esta senda alcista.
Desgraciadamente, parece que toda esta riqueza sale del país o solo alcanza a sus élites, porque su población sigue viviendo en la pobreza más extrema, a tenor de lo que marca el Índice de Desarrollo Humano (IDH) elaborado por la ONU que sitúa a Mozambique en el puesto 185 sobre un total de 191 países.
Macroeconomía versus realidad
Las grandes cifras no reflejan la realidad de la población mozambiqueña, compuesta en más de un 80% por campesinos pobres que se dedican a la agricultura de subsistencia. Hay una gran desigualdad entre ricos y pobres. Los pocos ricos que hay en Mozambique, y que forman parte de la burguesía del partido en el poder, son cada vez más pudientes”, explica Santos Gotine, secretario general de Cáritas Mozambique. Ellos son los que se benefician de la prosperidad que ha traído al país la explotación, por parte de empresas extranjeras, de sus recursos naturales, como el gas, el aluminio, el hierro, las piedras preciosas… “Por no hablar de las ricas maderas que se están exportando sin control y con prohibición expresa de tala para los mozambiqueños”, apunta María José Nieto, técnica responsable de Cáritas Española para Mozambique y Grandes Lagos.
Jóvenes sin futuro
La población tampoco se beneficia del empleo que podrían generar estos sectores productivos. “No se están creando suficientes puestos de trabajo, y los jóvenes se sienten frustrados y sin esperanza en el futuro”, señala Santos Gotine. Se calcula que 800.000 jóvenes salen al mercado laboral anualmente en un país en el que apenas 1.000 consiguen un trabajo.
Por eso, muchos de ellos prefieren abandonar Mozambique en busca de mejores condiciones de vida. “La emigración a las minas de Sudáfrica es, desde hace generaciones, la salida más común en las poblaciones del centro y sur del país”. Los que se quedan subsisten con empleos informales o con sus pequeños rebaños y cultivos. “Hablamos de servicios de moto taxi o de venta en las calles de todo lo que puedas imaginar, desde comida hasta tarjetas de teléfono. En todas las aceras y caminos hay alguien vendiendo algo [ver foto]”, apunta María José Nieto.
Olvido de lo rural
Las zonas rurales son las más pobres de Mozambique, y sobreviven en una economía de subsistencia. El hambre es compañera inseparable de la población rural. “Muchas familias no tienen garantizadas las tres comidas diarias. Un drama que empeora cada año debido a los efectos del cambio climático que, en Mozambique, son especialmente intensos”, lamenta Santos Gotine.
La sequía prolongada provoca que la gente consuma agua no potable lo que, sumado a la escasa variedad de comida, hace que las enfermedades se multipliquen y tengan efectos muy graves entre las personas más vulnerables, las mujeres y los niños.
En época de lluvias muchas áreas rurales quedan incomunicadas porque los caminos de tierra se convierten en lodazales intransitables. Eso impide la comunicación y el comercio. “Y sin acceso a la educación, la población analfabeta se aísla más y queda al margen de cualquier oportunidad que pueda tener fuera de su aldea”, continúa la responsable de proyectos de Cáritas Española en Mozambique.
Matrimonios forzados
Una realidad especialmente dolorosa en estas comunidades tan cerradas y patriarcales son los matrimonios infantiles forzados. Las niñas significan dinero para sus padres, que reciben una dote al casarlas. “Cuando se vive en la mayor de las pobrezas, una niña de 10 años [que no puede seguir estudiando porque la escuela en su pueblo no llega más allá de 5º grado] supone, para su familia, la diferencia entre comer o morir de hambre. El sistema en sí mismo es una perversión, y los matrimonios infantiles están normalizados a pesar de su prohibición. En los proyectos de Cáritas informamos y sensibilizamos sobre las leyes que existen al respecto”, nos dice María José.
Los proyectos de Cáritas Española están muy enfocados hacia la seguridad alimentaria y medios de vida. Ofreciendo a las familias semillas e insumos resistentes a los efectos del cambio climático para que mejoren su producción. Este año el trabajo se localiza especialmente en dos lugares: la provincia de Cabo Delgado y la de Inhambane. En la primera, donde opera un movimiento insurgente desde 2017, acompañamos a las poblaciones locales que acogen campamentos de desplazados. “El hambre también ahoga a los locales, pero las pocas ayudas que hay solo llegan a los desplazados”, explica María José. La población de Inhambane, por su parte, está muy expuesta a los efectos del cambio climático. “Viven sobre tierras muy pobres [arenas de playa] y con acceso muy limitado al agua, pero tienen un espíritu de superación y lucha que contagia esperanza”.