El mismo día en que se cumple un año desde la masacre que Hamas llevó a cabo contra civiles israelíes, el día en que “la mecha del odio” se encendió en Tierra Santa, el papa Francisco ha escrito una carta a los católicos de Oriente Medio en el que muestra, una vez, más su cercanía a todos ellos; a todos los que están “sedientos de paz”. Los católicos son, junto a los musulmanes, los judíos y el resto de los cristianos, “una parte del pueblo atormentado, exhausto, herido por una guerra que ni la comunidad internacional ni los países más poderosos han logrado poner fin”.

“Pienso en ustedes y rezo por ustedes. Deseo alcanzarlos en este día triste –escribe Francisco–. Hace justo un año se encendió la mecha del odio; no se extinguió, sino que estalló en una espiral de violencia; en la vergonzosa incapacidad de la comunidad internacional y de los países más poderosos para silenciar las armas y poner fin a la tragedia de la guerra”.

Francisco, que telefonea todos los días al párroco de la Iglesia de la Sagrada Familia de Gaza, padre Gabriel Romanelli, expresa su agradecimiento a los obispos y sacerdotes que llevan “el consuelo de Dios a las soledades humanas”.

Esta parroquia, de la que hablamos en este número de la revista (página 27), se ha convertido en un faro de luz, en una esperanza de futuro para los palestinos, no sólo cristianos sino también musulmanes, afectados por la guerra. En la Iglesia de la Sagrada Familia se ha puesto en marcha un centro de educación informal, que no sólo proporciona un espacio seguro para que los niños aprendan y crezcan, sino que también ofrece asesoramiento psicológico para ayudarles a afrontar el trauma de la guerra. El padre Gabriel expresó la urgencia de revitalizar la educación incluso en estas terribles circunstancias:

“No podemos darnos el lujo de permitir que nuestros hijos sigan sufriendo académicamente. La educación no es un privilegio; es la base de nuestro futuro”, afirma el párroco de la Sagrada Familia, de Gaza

Y es que, incluso en medio de tanta ira y violencia, los cristianos de Oriente Medio no pierden la esperanza. “A medida que el otoño trae hojas amarillas se avecina un duro invierno que amenaza con profundizar el sufrimiento. Sin embargo, sabemos que la primavera traerá esperanza. Nuestra fe nos asegura que una nueva primavera está llegando, dándonos fuerza para continuar nuestra misión”, escriben desde Cáritas Jerusalén. Esta misión de la que hablan nuestros hermanos de Tierra Santa pasa por seguir pidiendo un alto el fuego inmediato en toda la región, incluyendo Líbano, y la apertura de corredores humanitarios. Sin olvidar su tarea más importante: permanecer al lado de los que sufren esta guerra brutal y rezar, una vez más, para que la paz y la justicia lleguen, por fin, a esta tierra santa y herida.