Hablamos con Paula, una mujer francesa que lleva casi 30 años de voluntaria en nuestra entidad. Un “trabajo sin sueldo” que la hace muy feliz.

Gema Martín Borrego. Cáritas Española

Fotos: Inma Cubillo. Cáritas Español

“Un día empujé una puerta y me encontré en Cáritas. Nunca he querido salir”. Paula Zorn lleva toda una vida ejerciendo como voluntaria en nuestra entidad. Es toda una institución en Cáritas Diocesana de Alcalá de Henares, donde ha hecho de todo, desde acogida en una parroquia hasta formación al voluntariado rural. 

30 años de servicio

Paula es una mujer francesa de 66 años. “Hace 45 años me casé con un español y me vine a vivir aquí. Tengo una hija y dos hijos que ejercen como voluntarios ocasionales de Cáritas. Siempre responden cuando los necesitamos”, cuenta orgullosa.

“Al poco tiempo de nacer mi tercer hijo pensé que quería hacer algo más que cuidar de ellos, y me acerqué a mi parroquia de Coslada a preguntar qué podía hacer. Para mí era algo natural porque en casa siempre hemos sido muy de Iglesia”. Era la Parroquia Santa Cruz de Coslada, y el sacerdote enseguida le ofreció colaborar en Cáritas. 

“Mi primer voluntariado fue el reparto de alimentos. Durante los primeros años también me dediqué al ropero, y como se me daba bien el papeleo, empecé a hacer la acogida y atención a las personas que venían a la parroquia en busca de ayuda para ellas y sus familias”, recuerda Paula.

Al poco tiempo, le propusieron ser directora de la Cáritas Interparroquial de Coslada-San Fernando, un cargo en el que estuvo “bastantes años”. De esa época recuerda una anécdota y un modo de actuar que pone de manifiesto su vocación de servicio, y que hoy en día sería imposible de realizar, al menos de esa manera: “Una mujer a la que acompañábamos en la parroquia sufrió una infección de boca enorme. Por aquel entonces no había hospital en Coslada, y una compañera voluntaria y yo fuimos con ella al ambulatorio, pero nos dijeron que no tenían medios para atenderla y que debíamos ir al Hospital de La Princesa cuanto antes. 

Como no tenía con quién dejar a sus dos hijos, los llevé a mi casa y los dejé a cargo de mi hija. En el Hospital de La Princesa no tenían cirujano maxilofacial y tuvimos que ir al Hospital de La Paz, donde ya quedó ingresada –relata Paula–. Volví a casa de madrugada y al día siguiente llevé a los niños a Mejorada del Campo [una localidad madrileña] donde tenían familia. Ni siquiera se nos ocurrió preguntar si podíamos hacer todo lo que hicimos esa noche. Solo sabíamos que teníamos que actuar deprisa porque tenía una infección tremenda”.

Un pequeño paréntesis

A pesar de su compromiso y dedicación a Cáritas y a las personas más vulnerables, que ha mantenido toda su vida, tuvo que “retirarse durante cinco años “por un tema familiar”. 

“Pensé que, para estar a medias, era mejor no estar. Cáritas merece dedicación exclusiva”, explica.  

Pasado ese tiempo, volvió a la Cáritas de su parroquia y empezó a colaborar en el Programa de Formación y Voluntariado de Cáritas Diocesana de Alcalá. “Como tengo carnet de conducir, me propusieron visitar a los voluntarios de los pueblos más alejados de las grandes ciudades de la Diócesis, como Alcalá, Coslada o Torrejón. Acompaño a los grupos de voluntarios para saber de qué recursos disponen, qué necesidades tienen, cómo les podemos ayudar. Intentamos que no se sientan solos”. 

Esta tarea le encanta, porque a Paula lo que, de verdad, le gusta es “la gente, ayudar a la gente”. 

Bienvenidos los retos

Ella, que lleva tantos años en Cáritas, está ilusionada con los cambios que se están dando en la atención a las personas, y que van encaminados a garantizar su libertad de decisión y su dignidad. 

“En Cáritas Alcalá estamos introduciendo esos cambios ahora, y creo que serán para bien. Por ejemplo, se está empezando a sustituir la entrega de alimentos por las tarjetas monedero y eso será bueno para los usuarios, que podrán comprar lo que quieran donde quieran; y también será bueno para los voluntarios, que podrán dedicar más tiempo a acompañar a las personas y ofrecer otros servicios. De hecho, en septiembre vamos a poner en marcha en la parroquia un equeño programa de lengua y cultura para personas migrantes”. 

Para Paula estos cambios son retos que afronta con ilusión y fe. “Tengo mucha fe en mi Ángel de la Guarda, que siempre me ha guiado y acompañado. Venga lo que venga sé que él me va a seguir empujando hacia lo que debo hacer”.