Venezuela, en suspenso
¿Habrá una nueva ola migratoria tras la toma de posesión del presidente?
Adela Zamora. Cáritas Española
El 10 de enero está prevista la toma de posesión del presidente de Venezuela, elegido en los comicios del pasado mes de julio. ¿Será Nicolás Maduro? ¿Será Edmundo González? Mientras que este último cuenta con el respaldo de la comunidad internacional y planea regresar al país para esa fecha, Maduro se mantiene firme en el poder y endurece la represión.
En este escenario de incertidumbre, la crisis social y económica en Venezuela se agrava, y las organizaciones humanitarias, tanto nacionales como internacionales, alertan de una posible ola migratoria a partir del 10 de enero.
Un país sin esperanza
“El país está tan desesperanzado que, por primera vez, la población que siempre había votado por Chávez, y que sigue siendo chavista, ha emitido un voto contra la gestión de Maduro, esperando que las cosas cambiaran”, explica Janeth Márquez, directora ejecutiva de Cáritas Venezuela.
Esta situación ha llevado al Gobierno a sentirse traicionado por quienes consideraba “su gente” y a actuar en contra de cualquier crítica, incluyendo a las personas pobres y vulnerables. “Y estas son las que no pueden salir del país. Los ricos y la clase media sí pueden. Pero los pobres lo tienen muy difícil”, añade Janeth.
En este momento, hay 1.800 personas detenidas por las protestas tras las elecciones; en su mayoría jóvenes, aunque también hay muchas mujeres. “Gran parte de la población salió a la calle de manera pacífica; solo unos pocos se dedicaron a tumbar estatuas de Chávez –relata Janeth–. Sin embargo, la mayoría de los detenidos son personas que simplemente iban por la calle. Les revisaban el teléfono y, si encontraban una frase, foto o video contra el Gobierno, iba preso”.
En las tres cárceles cercanas a Caracas, rehabilitadas para albergar a los detenidos, también había niños y adolescentes, que han estado presos allí durante un mes. “Logramos liberar a la mayoría, aunque todavía permanecen diez adolescentes”, señala Márquez.
Acompañando a las madres
Los detenidos proceden de diversas regiones del país, incluidas comunidades indígenas del Amazonas. Si las madres quieren verlos [solo las mujeres pueden visitar a los detenidos], tienen que recorrer grandes distancias. Cáritas las está acompañando. “Estas mamás pueden visitarlos cada 15 días; aunque desde el 29 de julio, que tomaron presos a los muchachos, algunas solo han logrado ver dos o tres veces a sus hijos, durante 10 minutos, tras un cristal y hablando por un teléfono –lamenta Janeth–; eso sí, tienen que ir a Caracas cada 15 días a hacer la cola”.
“Las mamás se aglutinan en las plazas cercanas a las cárceles, y allí hemos creado espacios para atenderlas. Primero nos reunimos con ellas para que se sientan acompañadas por la Iglesia, y después les ofrecemos refugio, abrigo, colchones y alimentos. Algunas madres, especialmente las indígenas y las que viven más lejos, no quieren regresar a sus hogares hasta que sus hijos salgan de prisión. Llevan allí desde julio”.
Además, Cáritas Venezuela, a través de la Comisión de Justicia y Paz, está preparando una petición de perdón. “Es verdad que pedir perdón es como admitir la culpa. Pero las mamás quieren hacerlo, aunque sus hijos sean inocentes, para que puedan salir de la cárcel”, explica Márquez.
Mientras tanto, la crisis sociopolítica y humanitaria empeora, al igual que la económica. “Monitoreamos la inflación todos los meses, y tras un periodo de estabilidad, vemos que vuelve a dispararse”, afirma la directora de Cáritas Venezuela. También se han incrementado los precios de los alimentos. “Esperamos que no siga así, aunque los grandes conocedores de la materia dicen que 2025 podría ser peor que 2017. Yo no sé si algo puede ser peor que ese año”.
“Monitoreamos la inflación todos los meses, y tras un periodo de estabilidad, vemos que vuelve a dispararse”
Janeth Márquez Directora de Cáritas Venezuela.
Nueva migración
Cáritas también monitorea la migración. “Hemos observado una tendencia muy curiosa y preocupante –revela Márquez–. Este año, solo el 70% de los alumnos de los colegios de Fe y Alegría [centros religiosos a los que asisten niños de clases populares] se han matriculado, y de ese porcentaje, solo la mitad asiste a clases. Esta es una de las señales de que muchas familias se están preparando para migrar”.
Hasta ahora, casi 7,8 millones de personas han abandonado Venezuela. La primera ola migratoria tuvo como principal destino Colombia; algunos se quedaron allí, mientras otros continuaron hacia Ecuador, Perú o Chile. “Pero ahora, tanto los migrantes ya establecidos como los venezolanos que están saliendo del país prefieren ir a Estados Unidos –explica Janeth–. Los dos destinos más deseados son Estados Unidos y España, aunque viajar a España requiere dinero. Los ricos pueden ir donde les dé la gana; los que tienen estudios y algunas personas de clase media, también. Los pobres no tienen más remedio que cruzar el Paso del Darién para ir a Estados Unidos”.
“Nosotros intentamos que la gente no se vaya. Una persona pobre lo pasa muy mal en los países a los que migra. En Venezuela, aunque tenemos una situación económica complicada, tenemos amigos, familia, redes de apoyo… La gente sin recursos no se va a la zona rica de Bogotá, se va a la zona pobre a pelear con otros pobres por los recursos, pero sin plata y sin familia. Seguimos creyendo que la migración no es una buena alternativa, pero entendemos que, si te van a llevar preso, prefieras irte. Y eso es lo que está ocurriendo ahora”, concluye la directora de Cáritas Venezuela.