Benedicto XVI, el papa de la caridad
La reciente muerte del papa Benedicto XVI nos ha conmovido a toda la Iglesia. Desde Cáritas queremos, a modo de reconocimiento y agradecimiento, recordar su aportación a la teología y pastoral de la caridad, de inmensa valía para nuestro ser y quehacer.
Vicente Martín, delegado episcopal de Cáritas, recuerda la aportación del Pontífice a la pastoral de la caridad y su enseñanza del amor.
El amor es el punto de partida
A la luz de sus tres encíclicas: Deus caritas est (2006), Spes salvis (2007) y Caritas in veritate (2009)[1], podemos decir que la enseñanza del papa Benedicto ha estado en gran medida centrada en el amor. Efectivamente, el punto de partida de su pensamiento social son las palabras de San Juan: “Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él” (1 Jn 4, 16).
Este amor es el garante del desarrollo humano porque lleva a poner a la persona, “primer capital a salvaguardar”, en el centro, haciendo de la cuestión social una cuestión antropológica y teológica (CiV, 25).
La caridad en la vida y misión de la Iglesia
En su magisterio, Benedicto XVI, subraya que el amor caritas, “tiene su origen en Dios, Amor eterno y Verdad absoluta” (CiV,1) y es manifestación y signo del amor trinitario: “Ves la Trinidad si ves el amor”.
Por ello, no es algo secundario y accidental en la vida de la Iglesia, al contrario, es esencial y forma parte constitutiva de su misión, junto al anuncio evangélico y la celebración de la fe (cf. DCE,25).
La caridad, por tanto, es tarea de toda la Iglesia, en cuanto “comunidad de amor”, que ha de realizar su servicio de manera organizada (DCE, 20). Desde aquí se entiende Cáritas como el ejercicio organizado de la caridad de la comunidad, situándose dentro del proceso evangelizador, pues “el testimonio de la caridad de Cristo mediante obras de justicia, paz y desarrollo forma parte de la evangelización, porque a Jesucristo le interesa todo el hombre” (CiV, 15).
La caridad ha de caminar con la justicia y la verdad
La caridad y la justicia son inseparables: “Por un lado, la caridad exige la justicia, el legítimo derecho de las personas y los pueblos. Por otro, la caridad supera la justicia y la completa siguiendo la lógica de la entrega y el perdón” (CiV, 6). En su unidad trabajan por el bien común. “Esta es la vía institucional, también política, de la caridad” (CiV, 7).
Pero, además, la caridad ha de ir acompañada e iluminada por la verdad. Cuando no van unidas se corren riegos: la caridad “cae en un mero sentimentalismo… y la verdad pierde fuerza y autentificación” (CiV, 2-3).
El desarrollo auténtico
“La Caridad en la verdad es la principal fuerza impulsora del auténtico desarrollo” (CiV, 1). Un desarrollo que para ser humano ha de ser integral y universal: de toda la persona y de todas las personas (CiV, 8-11); y hay que entenderlo, ante todo, como vocación humana y no solo como cuestión técnica y económica pues “en el designio de Dios, cada hombre está llamado a promover su propio progreso, porque la vida de todo hombre es una vocación” (CiV, 30).
El auténtico desarrollo, que no se confunde con crecimiento económico, necesita de la lógica del don y la gratuidad que contrasta con la lógica economicista del intercambio (CiV, 36-37). Tal desarrollo ha de ser, igualmente, sostenible: “el desarrollo está muy unido hoy a los deberes que nacen de la relación del hombre con el ambiente natural. Éste es un don de Dios para todos, y su uso representa para nosotros una responsabilidad para con los pobres, las generaciones futuras y toda la humanidad” (CiV, 48).
Los agentes de caridad
“El programa del cristiano es un “corazón que ve dónde se necesita amor y actúa en consecuencia”
(DCE, 31)
Los agentes de caridad han de realizar su servicio, desde un corazón conquistado por Cristo y alimentado en la oración, dándose así mismo y sin “ideologización”, sino dejándose guiar por la fe que actúa mediante el amor, para lo cual necesita una formación técnica y del corazón, sintiéndose Iglesia y apostando por el diálogo y la colaboración.
Un servicio que ha de desempeñar sin proselitismo pues el amor es gratuito y sin complejos de superioridad, sabiendo que todo es don y que sólo somos servidores (DCE 32-39).
¡El amor es posible!
El amor es una luz –en el fondo la única- que ilumina constantemente a un mundo oscuro y nos da la fuerza para vivir y actuar. Vivir el amor y, así, llevar la luz de Dios al mundo: esa es la tarea (de Cáritas).” (DCE,39)
[1] En adelante las citaremos con sus siglas y el número correspondiente: DCE (Deus caritas est), Ss (Spes salvis) CiV Caritas in veritate)