El coste humano de los recortes en cooperación
En marzo de este año, Estados Unidos redujo abruptamente un 92% su presupuesto de ayuda al desarrollo. Otros países siguieron su ejemplo, y aunque no al mismo nivel que el americano, estos “tijeretazos” ponen en riesgo millones de vidas que siguen necesitando la solidaridad internacional.
Gema Martín Borrego. Cáritas Española
En las zonas costeras de Bangladesh, donde el impacto del cambio climático amenaza los medios de subsistencia, la sal del mar contamina los pozos usados en la agricultura y el hogar, y la temporada de monzones agrava los brotes de dengue y cólera, miles de familias enfrentan una nueva dificultad en su vida diaria: ya no cuentan con los programas de agua potable, salud y respuesta a desastres naturales que hasta hace pocos meses garantizaba la cooperación internacional. Y es que según advierte Caritas Internationalis, la suspensión de la financiación por parte de la Agencia Americana para el Desarrollo Internacional-USAID ha obligado a cancelar más de cien proyectos de desarrollo.
El caso de Bangladesh es solo uno entre decenas de países donde la drástica reducción de fondos de ayuda humanitaria y al desarrollo -que comenzó Estados Unidos y están siguiendo muchos Estados occidentales- está poniendo en jaque la supervivencia de millones de personas.
En concreto, la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) se ha reducido un 30 por ciento, lo que ha tenido un impacto inmediato en muchas agencias de la ONU y organizaciones humanitarias, que se han visto obligadas a realizar despidos masivos, cancelar programas de desarrollo o cerrar clínicas y escuelas. ACNUR, por ejemplo, ha tenido que despedir a 6.000 personas, y el Programa Mundial de Alimentos ha disminuido las raciones de comida que distribuye en zonas con una inseguridad alimentaria extrema.

Adiós al multilateralismo
“Lo que estamos viendo es un retroceso del multilateralismo que nació tras la Segunda Guerra Mundial -advierte Christian Modino, director humanitario de Caritas-. Los Estados priorizan intereses nacionales y de seguridad, y relegan la lucha contra la pobreza. Donald Trump ha cortado de raíz toda la ayuda al desarrollo, pero otros países europeos también están haciendo grandes recortes [hasta llegar el 40 por ciento de Reino Unidos en 2027] y empezando a pasar el presupuesto de cooperación a defensa”. De hecho, la UE tiene previsto reducir esta cifra un 35 por ciento en los próximos tres años. No se sabe qué decisión tomará España.
La región más afectada por esta “nueva política” es, obviamente, el continente africano, que “sufre guerras y pobreza extrema y que carece de sistemas de protección de la población y, en algunos países, hasta de gobierno”, asegura Christian. Además, países como Liberia, Congo, Sudán del Sur o la zona del Sahel tienen una dependencia enorme de la cooperación. “El 40 por ciento de la ayuda que recibía Sudán del Sur provenía de Estados Unidos, y Trump ha cancelado toda en un momento en el que el país vive la crisis humanitaria más grave de mundo, con 30 millones de desplazados por la guerra y un millón de personas que sufre hambruna”, lamenta el director humanitario de Caritas Internationalis. “Oriente Medio también es una región muy dura por los conflictos y la inestabilidad.”
¿Y qué pasa con Cáritas?
Cáritas de Estados Unidos, CRS, financiaba a las Cáritas hermanas de muchas partes del mundo. “CRS estaba en todos los sitios, ayudando económicamente en muchos programas, y ha tenido que reducir su aportación y actividades, porque con los recortes de la USAID ha perdido el 50 por ciento de su presupuesto”, recuerda Christian Modino.
Según una encuesta en la que está trabajando la Confederación, la mitad de las Cáritas nacionales de todo el mundo se han visto afectadas por los recortes, y el 25 por ciento, “muy afectadas”. Las Cáritas más dependientes de fondos americanos, como la de Liberia o varias del Caribe, están al borde de la quiebra: “Algunas han perdido el cien por cien de su financiación; otras han cerrado centros de salud y educativos, y muchas han suspendido salarios”.
“El impacto de esta medida es masivo en la República Democrática del Congo, que justo ahora está sufriendo la reactivación de un conflicto que dura ya 30 años y que ha obligado a otras ONG a abandonar el país; o en Burkina, cuyas Cáritas han perdido ya cuatro millones de dólares de financiación, lo que afecta a sus programas de alimentación, agua y saneamiento y educación”, añade.
También la región de Latinoamérica se ha visto muy afectada. Para Cáritas Venezuela, que tenía un gran apoyo de CRS, ha sido un golpe muy fuerte del que iremos viendo sus consecuencias. Y en Colombia, la USAID ha recortado sus fondos en 1.000 millones de dólares solo este año, de los cuales 294 millones eran para ayuda humanitaria directa.
“En nuestro país, la ayuda humanitaria y al desarrollo ha sido fundamental para atender a las comunidades afectadas por el conflicto armado que ha durado más de seis décadas, comenta Liliana Zamudio, subdirectora del Secretariado Nacional de Pastoral Social-Cáritas Colombiana.

Vidas en riesgo
Liliana advierte que el peligro va más allá de los programas de desarrollo suspendidos: “La retirada de la cooperación internacional implica riesgos graves para la gobernanza, la paz y el desarrollo sostenible. Puede aumentar la pobreza y obstaculizar procesos de reconciliación”
Christian Modino coincide: “En los últimos 25 años se ha invertido mucho en la protección a las mujeres, los niños, las personas discapacitadas y los mayores. Con los recortes, todos esos programas desaparecen y esos colectivos vuelven a ser invisibles”, añade este responsable de Caritas Internationalis, que advierte de que este vacío aumenta su vulnerabilidad: “Algunas mujeres se ven obligadas a recurrir a la prostitución para sobrevivir y los niños dejan la escuela para trabajar, con el riesgo que eso conlleva de sufrir desnutrición [muchos niños solo comen bien en el colegio] y explotación laboral”.
Respecto a la ayuda humanitaria, el panorama es aún peor. “Estamos hablando de 300 millones de personas en crisis humanitaria. Ahora tendremos que centrarnos en los 100 millones más vulnerables. El gran dilema es decidir quién recibe ayuda y quién no”, lamenta Christian.
El futuro de Cáritas
Ante este futuro tan pesimista, ¿qué puede hacer Cáritas? “Cada Cáritas debe reflexionar sobre su modelo de recursos – añade Christian-. Hay Cáritas fuertes, como la española o la alemana, que tienen fondos flexibles, mientras que otras, como la francesa, dependen mucho de la financiación institucional. Estas deberían diversificar sus fuentes de ingresos”.
Aunque también es fundamental ser más eficientes y coordinarnos mejor entre las diferentes Cáritas del mundo, no es menos importante mostrar el valor real de lo que hacemos. “Tenemos que demostrar a la gente que cada euro invertido cambia vidas de verdad. No hemos sabido explicar que la ayuda humanitaria ha evitado siete hambrunas desde la crisis de Biafra [una región de Nigeria que sufrió una guerra entre 1967 y 1970 en la que murieron más de un millón de personas, la inmensa mayoría por hambre], argumenta Christian. La gente solo ve la catástrofe cuando estalla, no todo lo que se evita gracias a la cooperación internacional.”
Y es que en contextos de crisis prolongadas, la ayuda humanitaria no solo salva vidas; también estabiliza economías y previene conflictos. “Cortarla de golpe es abrir la puerta a más violencia, migración forzada y desesperanza. No se puede recortar sin consecuencias humanas irreversibles”, concluye el responsable de la Oficina Humanitaria de Caritas Internationalis.

Países afectados por los recortes en cooperación
Bangladesh
Suspensión de 100 proyectos de salud, agua y educación. Despido de 20.000 trabajadores humanitarios.
Colombia
Reducción de 1.000 millones de dólares en cooperación pro parte de Estados Unidos. Fuerte impacto en migrantes, desplazados y víctimas de violencia.
RD del Congo
Reducción de raciones de alimento y clínicas cerradas. Más de 30 millones de personas en inseguridad alimentaria.
Cuerno de África
Riesgo extremo para 30 millones de desplazados y un millón de personas en situación de hambruna extrema.
Myanmar
Escuelas sin recursos, aumento de niños fuera del sistema educativo y riesgo de desnutrición.