La diversidad que nos enriquece
Acceder a un empleo favorecería la inclusión social de las personas con discapacidad. Sin embargo, los prejuicios y el miedo a lo desconocido crean muchas barreras que impiden a estar personas participar activamente en todos los ámbitos sociales para los que están preparados
Adela Zamora. Cáritas Española
A John Steven Ramos le gustaría trabajar en una tienda de ropa; quiere probar “algo nuevo, diferente”. Lo tiene complicado porque es joven (la tasa de paro juvenil en España roza el 30%), vive en un pueblo y tiene discapacidad intelectual. Pero si alguien puede lograrlo es él, que ha superado muchas dificultades con su esfuerzo e ilusión; y también con la ayuda de su familia y de Cáritas.
Todos tenemos derecho a trabajar
El “viaje” de John Steven
Llegó a España en 2005 procedente de su Ecuador natal con su hermano y su madre. Con ellos reside en Binéfar, una localidad de Huesca de poco más de 10.000 habitantes. Después de cursar sus primeros años de estudio en una escuela y un instituto de Binéfar, tuvo que desplazarse hasta Monzón para entrar en el Colegio de Educación Especial La Alegría. “Allí aprendí jardinería y, cuando llegó el momento de hacer las prácticas, elegí Insertare porque estaba en mi pueblo”, cuenta John Steven.
Insertare es un centro especial de empleo de Cáritas Diocesana de Barbastro-Monzón que proporciona oportunidades laborales a las personas con discapacidad intelectual. “Realizamos trabajos de selvicultura, jardinería y limpiezas viarias. Estamos en Binéfar, pero damos servicio a varias poblaciones de las comarcas oscenses de La Litera, Cinca Medio y Somontano, y llegamos incluso a Lérida”, explica Daniel Pérez, responsable del centro, que se encarga de organizar los trabajos y los equipos.
Trabajo digno
“Actualmente hay 17 personas trabajando en Insertare. Nueve con discapacidad intelectual, una con enfermedad mental y dos con discapacidad física. Hay bastante variedad de edades, que van desde los 22 hasta los 59 años, aunque solo tenemos a dos mujeres”, cuenta Daniel, que recuerda que el objetivo del centro es favorecer la inclusión de estas personas mediante la realización de un trabajo digno. “Intentamos tener trabajo para todos y ser autosuficientes. Cada día distribuyo los equipos, que están formados por un monitor y dos o tres peones. No siempre los estados de ánimo son ideales, pero teniendo una mayor empatía y flexibilidad, siempre se consigue cumplir las tareas”, señala el responsable de Insertare.
“Me he formado y trabajado en varios proyectos y empresas, pero donde más tiempo llevo es en Insertare”
Juan Molina, de 44 años, es uno de los peones de jardinería. “Me he formado y trabajado en varios proyectos y empresas, pero donde más tiempo llevo es en Insertare”, cuenta Juan, que se muestra “muy contento” de trabajar como jardinero, y muy orgulloso de lo que ha aprendido y de los compañeros que tiene. “Espero que dure”, exclama.
“Lo ideal sería que algunas personas del equipo pudieran dar el salto a la empresa ordinaria –interviene Daniel Pérez–; pero la verdad es que no existen apenas ofertas laborales, y menos en el medio rural donde apenas hay servicios de transporte público”. De hecho, “he tenido ofertas que no he podido aceptar porque no tengo carnet de conducir”, lamenta Juan.
No obstante, no todas las personas de Insertare están preparadas para el mercado laboral ordinario. “Algunos de nuestros trabajadores necesitan bastante apoyo y nosotros se lo podemos dar”, explica Daniel, que apunta que “gracias a estos empleos, muchos de los usuarios pueden seguir siendo autónomos e ir tirando con relativa normalidad”. También les apoyan con otras necesidades especiales de vivienda, trámites o diferentes gestiones que las personas que viven solas no saben realizar de forma autónoma; si bien la mayoría comparte casa con su familia.
Jornadas maratonianas
Casi todos los empleados se han incorporado a Insertare desde el Centro Ocupacional Nazaret, de Cáritas y también ubicado en Binéfar. Es un proyecto que busca fomentar la calidad de vida de las personas con discapacidad, su autonomía personal y su inclusión en la comunidad. “Este 2024 cumplimos 25 años convertidos en un importante recurso para el medio rural en el que nos encontramos, puesto que la mitad de las personas que vienen al centro provienen de localidades de menos de 3.000 habitantes”, explica orgullosa Mapi Bona, educadora social y responsable del Programa de Discapacidad de Cáritas Barbastro–Monzón.
Este centro ofrece servicios de comedor y transporte y una programación que incluye talleres ocupacionales y psicoeducativos, deporte, grupo de teatro, actividades de la vida diaria, informática, orientación laboral, ocio y tiempo libre, fotografía, radio, etc.
“Queremos ofrecer una atención centrada en la persona –destaca Mapi–. Por eso establecemos un itinerario de inserción social a cada persona, en el que contamos con recursos comunitarios y los que tenemos en Cáritas, ya sean las propias actividades del centro o de otros programas, como el de formación y empleo”. A John Steven –que ahora acude todos los días al centro Nazaret– le encanta participar en estas actividades. “Tengo amigos, estoy bien con mi familia y entreno todos los días en el club de judo. Solo me falta encontrar un empleo”. “Creo que las personas con discapacidad que vivimos en los pueblos lo tenemos más difícil. Los empresarios deberían conocernos mejor, tener más comprensión y darnos más oportunidades”, opina John Steven.
Mapi Bona dice que acceder a un empleo favorecería, y mucho, la inclusión social de este colectivo “especialmente vulnerable”. Sin embargo, “los prejuicios y el miedo a lo desconocido crean muchas barreras que impiden a estas personas participar activamente en todos los ámbitos sociales para los que están preparados”.