Inma Shara se sabe una privilegiada. Desde los cuatro años practica lo que más ama en el mundo, la música clásica, y lleva casi veinticinco en lo más alto de su profesión. Fue la primera directora de orquesta de España, y sigue siendo una de las pocas mujeres del mundo en llevar la batuta en los escenarios. Con ella hemos hablado de música, emociones, fe y compromiso.

Gema Martín Borrego. Cáritas Española

Usted se define como una persona feliz

Y cada día más, porque sigo dedicándome a la música, que es uno de los pilares de mi vida. Después de la pandemia, estoy retomando con fuerza mi profesión. Tengo conciertos en España, en Europa y fuera del continente, como en Emiratos Árabes Unidos.

También me hace muy feliz ver que la gente que me rodea está contenta con su vida personal y profesional. Yo me proyecto en la orquesta a través de las personas de la propia orquesta, y esto hace que mi trabajo adquiera otra dimensión en lo afectivo y lo profesional.

¿Qué ha supuesto y supone la música en su vida, más allá de ser su profesión? 

Es mucho más que una profesión. Es una forma de vida que siempre me ha acompañado, desde que era muy pequeña. Estoy en contacto con la música clásica desde los cuatro años. La música me ha guiado a lo largo de los años. Es, para mí, un código deontológico de circulación vital. He encontrado en la música la armonía, la paz y el sosiego que necesitaba en esta sociedad tan caótica.

Yo escucho música, dirijo música, y la comparto con mi marido. Y no hay mayor belleza para mí. La música es alimento para el alma.

Es directora de orquesta, referente en un mundo de hombres. ¿Lo vive así? ¿Cree que esto está cambiando?

Yo no lo vivo así. Creo que la cultura está muy alejada de todo lo relacionado con el género. Yo pongo el acento en las personas, en el respeto por las personas. Unos acordes de música son universales, y no pertenecen a un colectivo o condición, ni tienen que ver con el género, la religión, la raza. La música está por encima de cualquier cuestión de género, es decir, compete al ser humano, al interior del ser humano.

Es verdad que el escenario sigue siendo más reducido para las mujeres, pero yo confío en que el tiempo va a normalizar que cada vez haya más mujeres en el escenario. Espero que en el futuro esté normalizado que haya mujeres directoras de orquesta, tanto por el público como por los organizadores y por la propia orquesta. Sobre todo para que sean un referente para niñas y jóvenes.

Pero esto ha pasado también en las orquestas. Si echamos la vista atrás, hace 50 años la plantilla orquestal estaba formada prácticamente en exclusiva por los hombres. Hoy en día la presencia de la mujer es tan habitual como la de los hombres.

¿Cómo recuerda el concierto que dirigió en el Vaticano con motivo del 60 aniversario de la Declaración Universal de Derechos, al que asistió el papa Benedicto XVI y al que pudo conocer?

Fue un regalo. Tener la oportunidad de dirigir ese concierto fue maravilloso para mí. Igual que estar con Su Santidad, que era como estar más cerca de Dios.  El papa Benedicto XVI te arropaba con su mirada tan serena y acogedora.

Siempre he estado comprometida con los derechos humanos y la dignidad de las personas. No podemos dejar a un lado a las personas que sufren. Debemos construir en torno a ellas una sociedad solidaria que las acoja. Y podemos hacerlo en cualquier lugar y momento; es posible estar al servicio de los demás con pequeños detalles, con los ancianos que están solos, con las personas que carecen de todo, con las que sufren…

Ha ofrecido conciertos benéficos a favor de múltiples causas

Me siento tan privilegiada por el regalo que me han dado Dios y la vida, de amar la música y de poder transmitirla, que creo que es mi obligación compartirla con los demás. Por eso intento dar conciertos y acercar la música a todo el mundo.

¿Qué puede ofrecer la música a niños y personas vulnerables? ¿Las Administraciones apoyan lo suficiente el acceso a la cultura para todo el mundo, y en concreto, a la música clásica?

La música sana, la música es muy beneficiosa para el desarrollo emocional, cognitivo…Yo fui a un proyecto en San José de Chiquitos, en Bolivia, donde estuve con niños que pertenecían a familias muy vulnerables o que no tenían familia, y me comunicaba con ellos a partir de una viola o de un violín, que tocaban con toda la ilusión del mundo.

Es cierto que, quizá, no se apoya el acceso público a la música clásica porque no se valoran sus beneficios en términos cualitativos. Solo nos interesa aquello que tiene un valor cuantitativo, aquello que nos puede dar resultados, y si son inmediatos, mejor.

La sociedad no pone a la música como un valor fundamental y troncal en la educación de los jóvenes, por eso no tiene el papel que debería en los planes de estudio. Y es una pena porque hay tantos beneficios y valores en la música clásica…

¿Qué importancia tiene la fe en su vida?

Muchísima; tanta como la música. Son los dos pilares de los que no puedo prescindir en mi vida. Este año ha muerto mi madre y he podido sobrellevar su pérdida gracias a la música y a la fe.