Sin misericordia y solidaridad, el mundo no tiene futuro
Monseñor Jesús Fernández, obispo de Astorga, está a punto de cumplir siete años como responsable de Cáritas en la Conferencia Episcopal. Con él hemos hablado de la difícil situación socioeconómica que están pasando muchas familias de nuestro país, de la importancia de no olvidar a las personas que sufren más allá de nuestras fronteras y del papel de Cáritas en estos tiempos inciertos.
Acaba de empezar el 2023, y muchos se atreven aventurar que será otro año difícil. ¿Cómo afecta esta situación a las personas más vulnerables?
Efectivamente, el año se presenta difícil para muchísimas familias españolas, especialmente las que tienen a todos sus miembros en paro, las de los inmigrantes que no han regularizado su situación debido a las grandes trabas que se les ponen, las monoparentales (en especial las compuestas por una madre y varios hijos menores), las que tienen a su cargo a una persona dependiente, etc.
Por otra parte, el aumento desmesurado de los precios, incluso de alimentos básicos como la carne, el pescado, el pan o la leche, está poniendo a prueba las economías familiares. Con estas apreturas económicas, la gran mayoría de las familias tiene dificultades para comprar una vivienda, inclinándose por el alquiler, lo que añade otra dificultad: al aumentar la demanda, el alquiler se encarece, sobre todo en las grandes ciudades, como Madrid y Barcelona, que es donde más se necesita,. Ahí está el sumidero por el que se les escapa a muchas familias la mayor parte de sus ingresos.
¿Cómo debe responder Cáritas a estas realidades de pobreza?
Evidentemente, Cáritas no tiene una varita mágica para solucionar todos los problemas. No debemos olvidar que la responsable de la gestión de los recursos públicos, la que dispone de medios para, si no solucionar, sí paliar muchas de las dificultades, es la administración pública. Cáritas está llamada a dar voz a las personas marginadas y a denunciar las injusticias que están en la raíz de tantos males. Los estudios de la Fundación FOESSA son una colaboración inestimable en ese sentido.
Además, tiene que concienciar y movilizar a las comunidades cristianas, puesto que tampoco ellas son inmunes a la indiferencia ante los pobres y excluidos. Y, en fin, esta institución de la Iglesia católica ha de poner en marcha iniciativas que expresen el amor de Dios y que sean signo de que otro modo de vivir y de estructurar la sociedad es posible.
La guerra de Ucrania o el terremoto en Turquía y Siria, nuevas llamadas a la caridad universal …
Sí. A veces por accidentes naturales y, a veces, por culpa del hombre, se producen situaciones no deseadas de sufrimiento y pobreza. Estas que usted cita son las que ahora mismo están más en la mente y en corazón de nuestra gente. La guerra de Ucrania está causando una verdadera matanza y está destruyendo todo un país. El terremoto de Turquía y Siria, por su parte, ha causado miles de muertos, destruido miles y miles de hogares, y acabado con importantes medios de subsistencia en estos dos países.
Los millones de personas afectadas por estas situaciones gritan pidiendo nuestra ayuda. Cáritas viene ofreciéndosela y seguirá haciéndolo, puesto que la caridad no se estrecha por razones de raza, sexo, cultura, lengua ni religión.
¿Cáritas debe seguir siendo luz de esperanza en estos tiempos?
Por supuesto. Sin misericordia y solidaridad el mundo no tiene futuro. Solo en España, miles de personas, cada día, se acercan a Cáritas con graves necesidades y son atendidos por miles de trabajadores y voluntarios de la institución que les ofrecen su sonrisa, su acogida y su acompañamiento, haciendo que se sientan reconocidos y que recuperen la dignidad que su situación de pobreza y exclusión parece negarles.
¿Qué mensaje de Cuaresma y Semana Santa les envía a nuestros lectores?
En el mensaje que el papa Francisco nos ha regalado con este motivo, nos invita a subir con Jesús al monte Tabor, como un día lo hicieron los primeros discípulos. A ellos les pasaba como a nosotros: les costaba comprender que la Cruz es el camino de salvación. Generosamente, el Señor les mostró su gloria, y la gloria a la que estaban llamados. Pongamos al alcance de la Cruz salvadora de Jesucristo nuestros egoísmos, nuestros rencores, nuestros celos, nuestras venganzas, nuestras violencias.
Apostemos por una cultura del diálogo y del encuentro; su falta está en la raíz de la agresividad que padecemos. Y, en fin, sin bajar el listón de la ayuda acompañada a los necesitados, seamos artífices de reconciliación y de paz en un mundo fragmentado y enfrentado.