Una parada en el camino
En un pueblo leonés del Camino de Santiago comienza una nueva etapa en la historia de superación de una familia venezolana.
María Villafranca. Cáritas Española
Cuando Jennifer Carrero aterrizó en España, procedente de Venezuela, hace cinco años, no podía imaginar que terminaría en una pequeña localidad leonesa. “Tener la oportunidad de vivir en un pueblo fue una bonita sorpresa, pero también sentí miedo”, confiesa esta mujer que es todo un ejemplo de fortaleza y superación.
Una casa con huerto
Como tantos otros venezolanos, Jennifer tuvo que dejar su país natal buscando una vida mejor y un futuro para su familia. Ella llegó primero, y pronto le siguieron sus tres hijas. Con ellas vive en Arcahueja, una localidad de algo más de 200 habitantes ubicada en el Camino de Santiago francés, a solo ocho kilómetros de León. Habitan la antigua casa del párroco, un espacio amplio y con terreno suficiente para plantar un huerto y criar gallinas. “Es una pasada poder preparar la comida con huevos fresquísimos y verduras recién recogidas”, cuenta.
La familia ha estado acompañada todo este tiempo por Cáritas Diocesana de León. “Cuando llegué a León estaba en una situación muy vulnerable, y en Cáritas me ofrecieron formar parte de un proyecto llamado ‘Un hogar para tu familia’. Era todo un proceso de desarrollo personal y profesional en el que tuve acceso a formación, a sanidad, a educación para mis hijas y a una vivienda; también me ayudaron a regularizar nuestra situación administrativa y a buscar empleo; y lo conseguí”, recuerda una orgullosa Jennifer.
En este proceso, la familia tuvo la posibilidad de acceder a una casa en Arcahueja gracias a un acuerdo entre el Obispado de León y la Junta de Castilla y León, por el que la Iglesia cede inmuebles al programa de alquiler social de la Junta. Son casas rectorales del medio rural (pero siempre en cascos urbanos), que son rehabilitadas por la Administración y puestas a disposición de familias vulnerables. Hasta el momento, la Diócesis ha cedido once casas.
Unas vecinas más
Aunque Jennifer tenía sus reservas, “la adaptación fue muy rápida porque las personas de Arcahueja fueron muy cálidas y enseguida sentimos que nos acogían como hijas del pueblo –relata Jennifer–. Yo pasaba por una situación muy vulnerable. Estar en otro país con tres hijas es bastante complicado y duro, por lo que llegar y conocer a personas que se ponen a tu disposición desde el principio, es maravilloso”.
Mercedes es la presidenta pedánea de Arcahueja, y solo tiene buenas palabras para la nueva familia de esta localidad leonesa. “Son unas vecinas más. Participan en todas las actividades que organizamos y son muy cariñosas y correctas. Ha sido una experiencia muy positiva para todos”, afirma.
Ellas pasaron los meses de confinamiento por la COVID-19 en el pueblo, algo que agradecen muchísimo. “Que alguien toque el timbre y te diga, ‘oye, ¿necesitas alguna compra?’, o ‘¿tienes mascarillas?, o, simplemente, se pase por casa para saber que estáis bien, era ‘el todo’ para mí”, explica.
Jennifer dice que, además de la paz, el contacto con la naturaleza y evitar el estrés y la presión de la ciudad, “esa cercanía con las personas” es lo mejor de vivir en un pueblo. “Aquí todos se tratan como si fueran familia y están pendientes los unos de los otros. Son una piña”.
Transporte, asignatura pendiente
Lo peor, según cuenta, es el transporte. Ella trabaja en León como asistente de Geriatría y sus hijas estudian allí, y aunque la ciudad está solo a ocho kilómetros de distancia de su pueblo, hay muy pocos autobuses entre ellos, por lo que tuvieron dificultades para organizar los horarios. A pesar de todo, están muy felices en León. Esperan volver a Venezuela, “pero de vacaciones”, apunta Jennifer. “En el futuro, quiero seguir haciendo camino con huellas imborrables de luchas y victorias”