Dos voluntarios españoles de Cáritas nos cuentan su labor con las personas más vulnerables en el departamento boliviano de Potosí.

Fernando y Txell han estado los últimos meses en Bolivia. Allí han trabajado, como voluntarios, en la Pastoral Social de Cáritas de Potosí. “En ese país me he dejado un trozo de mi corazón”, dice Fernando García Carrera, un jubilado de banca sevillano que colabora con Cáritas desde 2012.

El compromiso con los más vulnerables de este sevillano y de Txell Bonet, trabajadora social de Cáritas Lleida, los llevó desde Sevilla y Lleida, respectivamente, al Departamento de Potosí, uno de los que registran mayores tasas de pobreza y desnutrición de Bolivia, considerado también uno de los países más pobres de América Latina.

Y lo han hecho dentro del programa de Voluntariado Internacional que Cáritas Española está desarrollando, en el campo de la cooperación fraterna, como expresión de una caridad abierta y universal, consecuencia del amor proclamado en el Evangelio y de la necesidad que impone la misma caridad de vivir con los ojos y oídos abiertos a las necesidades y clamores de los más pobres.

Con los niños de Potosí

Dentro de sus labores de voluntariado han colaborado en los diferentes proyectos que la Pastoral Social de Potosí desarrolla con niños, mujeres, mayores y personas con discapacidad, entre otros colectivos muy vulnerables. “Durante dos meses hemos vivido en Casa Nat`s, un centro que atiende a menores trabajadores. Son niños que van a la escuela por la mañana y trabajan por las tardes, o viceversa, por lo que está abierto todo el día. Allí comen cuando salen o entran en el colegio y reciben apoyo escolar”, cuenta Txell.

Pero, además, el personal del centro se ocupa de todo los relacionado con el bienestar de estos niños, desde la defensa de sus derechos en el colegio y en el trabajo hasta la atención psicológica. “Hay muchos niños con problemas emocionales por las circunstancias familiares en las que viven, donde se dan casos de maltrato, abuso y explotación”, apunta Fernando.

“La Casa Nat`s reúne periódicamente a sus madres y padres para darles charlas sobre cualquier tema relacionado con la educación de sus hijos y el comportamiento adecuado que deben tener con ellos. Hemos participamos en todas”, interviene Txell. Al tener su residencia allí, los voluntarios han podido convivir muy estrechamente con los chavales.

“Comemos con ellos y charlamos de todo. Nos cuentan sus cosas y nos preguntan muchísimo. Es muy duro ver el mal trato que reciben”, añade Txell.

En la mina

Otro proyecto en el que han ayudado es el Yashay Mosoj, centro que atiende a familias mineras de escasos recursos. Se ofrece servicio de comedor a niños –no hay olvidar que Potosí presenta niveles de desnutrición “alarmantes”, según el Índice Global del Hambre–; aunque su principal actividad es la atención a mujeres guardas y serenas. Estas mujeres se encargan de cuidar las minas que abundan en la región, sobre todo de plata, estaño y litio. “Las guardas viven en pequeñas casas y en condiciones infrahumanas en cada entrada a la mina. Ellas se encargan de cuidar las herramientas de los mineros para que no tengan que llevarlas y traerlas todos los días”, explica Femando.

También tienen como misión controlar que todos los mineros que entren a trabajar, salgan cuando terminan los turnos. Si observan la ausencia de alguno de ellos están obligadas a entrar y no salir hasta encontrarlo. “Yashay Mosoj animó a estas mujeres a asociarse para exigir derechos y mejores condiciones laborales. Se reúnen en asambleas quincenales, y el personal del centro les ayuda a presentar peticiones y reclamaciones ante las autoridades pertinentes”, señala Txell.

Vivir en la dificultad

Estas mujeres, igual que los niños con los que han convivido Fernando y Txell, trabajan desde muy temprana edad en unas condiciones muy difíciles; “seguramente las mismas condiciones que tienen en sus casas, donde carecen de agua caliente y electricidad”, tercia Fernando.

“A pesar de ello, estos chavales valientes, responsables y maduros, me han enseñado que se puede sonreír, aun cuando la vida no les ha dado la más mínima facilidad para ello. Esta experiencia de voluntariado no solo me ha enseñado cosas, también ha modificado mi escala de valores”, concluye.

El valor de Potosí

¿Quién no ha dicho alguna vez “fulanito vale un potosí”? Esta expresión, que se refiere a alguien o algo que tiene un gran valor, data del siglo XVI, cuando los españoles descubrieron y empezaron a explotar los ricos yacimientos minerales del sur de Bolivia. A los pies del Cerro Rico, del que se extraía ingentes cantidades de plata, se fundó la Villa Imperial de Potosí, que llegó a ser una de las ciudades más prosperas del Nuevo Mundo. Hoy es una ciudad olvidada, deprimida y con grandes bolsas de pobreza.