Se puede humanizar la economía y así lo estamos demostrando: estamos cambiando los valores que nos han llevado a esta situación. Promovemos iniciativas transformadoras, capaces de poner a la persona en el centro.

Lucas Izquierdo. Cáritas Española

A Mari, la empresa de inserción Bioalverde, le ha cambiado la vida “a lo grande”. “Antes me costaba sobrevivir y ahora tengo un contrato y una nómina”, dice. Mari se siente “llena de energía y feliz” por poder trabajar en esta iniciativa empresarial y social, dedicada a la agricultura ecológica, impulsada por Cáritas Sevilla.

Ella es una de las 68.065 personas que, durante el pasado año, participaron en los programas de inserción sociolaboral que la Confederación Cáritas Española llevó a cabo por todo el territorio nacional (ver gráfico pág. 27).

Todas ellas son personas en situación de riesgo o de exclusión social, que hacen grandes esfuerzos por superarse, por aprender, por adquirir nuevas competencias y por enfrentarse a sus miedos y a la multitud de obstáculos que encuentran en su camino. “Me gustan las tareas del campo, la recolección, podar los frutales, desbrozar… Además, estoy aprendiendo mucho sobre la naturaleza, la agricultura y el trabajo en equipo”, nos cuenta Mari.

Desgraciadamente, muchas veces, estas ganas de aprender no son suficientes: nuestro sistema socioeconómico, basado en la rentabilidad económica, el individualismo, la competencia y el consumo desmedido, nos sigue llevando a unos índices crecientes de desigualdad y a una precariedad laboral en aumento.

Y aquí entramos nosotros: en Cáritas defendemos el trabajo decente y promovemos la economía social que genera oportunidades de empleo; fomentamos el consumo responsable, desde el comercio justo y las finanzas éticas; y siempre acompañamos a las personas en sus procesos de búsqueda de empleo y en la mejora de su autonomía y sus competencias personales y profesionales.

El perfil de los participantes en nuestros programas de empleo no ha cambiado mucho en los últimos años: la mayoría son mujeres (64%), de más de 45 años (39%) y con estudios básicos (37%). Las personas participantes procedentes de países no comunitarios fueron ligeramente superiores a las nacionales (56%).

Detrás de ese perfil general, hay muchas realidades difíciles y personas por las que sentimos una gran admiración: son los casos de Mari, Tarik, Ana, Cristian y tantas otras cuyas historias no caben en estas páginas, pero que siempre tendrán un hueco en nuestra memoria y nuestro corazón.

«Un pintor con el afán de acompañar a las personas»  

Tarik Benzari

Tarik llegó a España desde su Marruecos natal hace casi dos décadas. Pintor especializado en retratos, buscaba una vida mejor que la que llevaba en Rabat, pero encontró muchas dificultades en su camino. Incluso se vio obligado a vivir en la calle. “Llevo un año trabajando en la planta de Moda Re- [la cooperativa de Cáritas dedicada a la recogida, reciclaje y venta de ropa usada] en Valencia, a la que llegué desde el Programa de Personas Sin Hogar de Caritas Valencia”. Al mismo tiempo, Tarik está realizando varios cursos de formación porque su objetivo es volver al mercado laboral ordinario. “Quiero mejorar mis competencias profesionales, pero también sociales, porque lo que más me gustaría es trabajar con personas dependientes y con diversidad funcional”. Sabe que no lo tiene fácil porque sus 62 años son un hándicap para muchos empleadores que, de manera equivocada, valoran más la edad que la experiencia. Aun así, él no pierde la esperanza.

“He recuperado a la Ana que se había perdido”

Ana María Muñoz

“He recuperado a la Ana que se había perdido por el camino. Me siento realizada, útil, valorada y sobre todo agradecida”. Así nos cuenta la sevillana Ana María Muñoz lo que ha supuesto para ella formarse en Cáritas Sevilla y trabajar, como dependienta, en la tienda de productos ecológicos de Bioalverde. Esta sevillana, madre de tres hijos, llevaba mucho tiempo intentando encontrar empleo, sin éxito a pesar de sus esfuerzos. “Llega un momento en que pierdes la esperanza, la autoestima y acabas desorientada”, recuerda. Pero entró en contacto con Cáritas, donde recibió apoyo, formación, asesoramiento y la oportunidad de acceder a un empleo de inserción en Bioalverde. “Me gustaría enviar un mensaje de esperanza a la gente que está en paro, y decirles que, aunque la situación laboral está mal, con perseverancia todo llega. Les diría que busquen ayuda, porque hay instituciones como Cáritas y empresas como Bioalverde que te apoyan para superar esos obstáculos que son más difíciles de salvar estando sola”.

“He encontrado mi objetivo laboral”

Cristián Montero

Cristian (31 años, con pareja y dos hijos) ha pasado “una temporada rara”, difícil y sin trabajo. Ahora está haciendo un taller de mantenimiento en el Centro Diocesano de Empleo de Cáritas Sevilla. “Me siento mucho mejor porque estoy aprendiendo mucho, conociendo un oficio y, además, voy a tener un certificado que me ayudará a conseguir un trabajo estable”, cuenta Cristián. Gracias a la orientación y la formación que recibe ha encontrado su objetivo laboral, y ya sabe a lo que se quiere dedicar en un futuro. “Me veo trabajando en un hotel o en un hostal en tareas de mantenimiento, con un sueldo que me permita mantener a mi familia”, concluye.