Cuando Luis Miguel Rojo fue nombrado delegado episcopal de Cáritas Española, el pasado 27 de septiembre, acogió la noticia “con gran alegría”. 

En primer lugar, porque coincidía con la festividad de San Vicente de Paúl, fundador de la Congregación de la Misión, a la que pertenece este sacerdote burgalés de 41 años; y, en segundo lugar, por su estrecha vinculación con Cáritas, que comenzó a los 18 años como voluntario en un proyecto de acogida de migrantes. 

Entrevistamos a Luis Miguel, una semana después de su nombramiento, en sustitución de Vicente Martín que fue ordenado obispo auxiliar de Madrid el pasado mes de julio. Cuando hablamos con él estaba en Roma, donde cursa un doctorado en Ciencias Sociales, mientras ejerce de profesor asistente de Doctrina Social de la Iglesia en la Pontificia Universidad Gregoriana. “Me iré incorporando progresivamente a Cáritas a lo largo de este curso pastoral, según vaya finalizando mis obligaciones aquí”, explica.

“Cáritas siempre ha sido un hogar para mí”

Luis Miguel Rojo Septién

Sacerdote vicenciano, profesor, delegado de Cáritas… ¿qué une a toda esta actividad pastoral y profesional? 

El Amor que he experimentado de Dios y que me mueve a comunicarlo, de modo especial, a las personas y situaciones de exclusión, donde puede parecer que Dios no está presente. Este es el leitmotiv que he repetido siempre en los distintos lugares y servicios que me ha tocado realizar. Me hice sacerdote para transmitir a Dios; estudio y lo comparto para comprender mejor y ayudar a otros a encontrarse con Dios, y como delegado de Cáritas estoy convencido que puedo trabajar por hacer presente el Reino de Dios.

¿Cómo descubrió su vocación de sacerdote y de misionero?

Fue un proceso muy natural, sin grandes conversiones o momentos extraordinarios. Poco a poco fui tomando conciencia de que todo encajaba en mi vida y que, desde pequeño, era Dios quien guiaba mi vida. sensibilidad ante las situaciones de exclusión siempre he procurado compartir.

¿Cómo se plantea su servicio a Cáritas?  

ervicio. Pero, como delegado, hay tres “Vicentes” que son mis referentes. El primero es Vicente Martín, cuyo talante, entrega y acompañamiento en Cáritas ha sido como la levadura en la masa, él es un estímulo en mi ministerio. El segundo es Vicente Altaba, quien me acogió en Cáritas cuando empezaba en Valladolid, y del que resalto su capacidad reflexiva. Yo he crecido y me he formado con sus escritos. Y el tercero es Vicente de Paul, el fundador de mi Congregación, cuya sensibilidad ante las situaciones de exclusión siempre he procurado compartir.

Creo que lo que puedo aportar a Cáritas es, principalmente, mi ser sacerdote; concretamente mi experiencia anterior, no solo en Cáritas sino en otros ámbitos de pastoral social; mi sensibilidad por las realidades de exclusión; y mi formación en Doctrina Social de la Iglesia. De otra parte, Cáritas siempre ha sido para mí un hogar, una experiencia de comunidad donde compartir y afrontar, desde el diálogo, los retos que la sociedad actual nos plantea.

¿Cuáles son, a su juicio, los desafíos a los que se enfrenta Cáritas, como entidad social y de la Iglesia, en los próximos años?

Personalmente, creo que el desafío mayor para Cáritas es trabajar por la utopía del Reino de Dios. Me explico: el gran riesgo que tenemos es empeñarnos en mejorar las condiciones de vida, mientras que nos mantenemos dentro de un modelo injusto. El reto es superar esta visión y trabajar por cambiar el modelo de sociedad actual a una nueva, más parecida al Reino.

Para lograrlo creo que el Marco Estratégico que Cáritas ha aprobado para los próximos años recoge muy bien los desafíos y el foco de nuestra acción. Ante el riesgo de fragmentar la idea que tenemos de la sociedad, Cáritas opta por una trasformación integral de todas las dimensiones de la persona; frente a una desvinculación social en aumento, nuestra apuesta es por comunidades abiertas, dialogantes y de cuidado; ante la realidad cambiante del voluntariado, se busca que sea activo y transformador; y, ante el desafío del individualismo y la polarización, se apuesta por construir una confederación más fuerte, cohesionada y responsable. 

No hay Cáritas sin comunidad, por lo que deberemos profundizar en nuestro modelo de acción social, para desde ahí, situarnos en un mundo con constantes cambios y responder a los desafíos que se planteen. 

¿Qué podemos hacer desde Cáritas, y también desde la Iglesia, para aumentar el compromiso de los católicos con los más vulnerables?

Reforzar, lo que podríamos llamar, el círculo del compromiso; es decir, podríamos empezar por insistir en la dimensión social de la fe. En nuestras eucaristías, catequesis u oraciones debemos tener presente que creer en Dios nos compromete con la realidad social. El siguiente paso sería ofrecer modos concretos de servicio a los pobres. En ocasiones, el católico no sabe qué hacer, ni cómo llevar a cabo su compromiso; hay que ofrecer acciones concretas donde plasmar la fe. 

Después de esto, es importante ayudar a generar una reflexión contemplativa de lo que hacemos, del sentido que tienen nuestras acciones y cómo Dios está presente en ellas. De este modo el círculo se cierra. Son tres momentos que pueden tener orden diverso, pero que refuerzan el círculo del compromiso de los católicos con los más vulnerables.