El dengue, la lepra, la sarna, la rabia…, son algunas de las llamadas enfermedades desatendidas. Estas son quizá las más conocidas, pero hay bastantes más; un total de 21 enfermedades reconocidas por la OMS, y olvidadas por casi todo el mundo. 

Gema Martín Borrego. Cáritas Española

¿Cómo es posible que la sociedad ignore unas patologías que sufren mil millones de personas y que causan la muerte de cientos de miles al año? “Porque están prácticamente erradicadas de los países más desarrollados y afectan a regiones que, también, son ignoradas por la comunidad internacional”, responde Juan León Herrero, sacerdote y médico que ha pasado casi tres décadas en diversos países y misiones, dedicado a tareas pastorales y sanitarias, trabajando estrechamente con Cáritas Española. 

Enfermedad y pobreza

Las enfermedades olvidadas o “tropicales desatendidas”, como las llama la OMS —aunque algunas ni siquiera son tropicales—, son afecciones causadas por diferentes patógenos, como virus, bacterias, parásitos, hongos y toxinas. Tienen en común su prevalencia en comunidades empobrecidas, su relación con ciertas condiciones ambientales y las devastadoras consecuencias sanitarias, sociales y económicas que generan en dichas comunidades.

“Evidentemente, hay una relación directa entre estas enfermedades y la pobreza, ya que su aparición y propagación dependen de las condiciones precarias de vida de la población y de la imposibilidad de prevenirlas o tratarlas por falta de recursos”, apunta Juan León.

África, el continente más castigado

África, como ocurre con todos los indicadores que miden el índice de desarrollo humano, es el continente más castigado por estas afecciones. “Los países de África central, sobre todo aquellos atravesados por la selva tropical del río Congo —como la República Centroafricana, Guinea o la República Democrática del Congo, entre otros—, son especialmente vulnerables debido a su clima tropical, el aislamiento de los poblados, la carencia de agua potable y condiciones higiénicas, el mal estado nutricional y de salud de la población, y, por supuesto, la precariedad o inexistencia de centros sanitarios”, explica el misionero.

La malaria —aunque no es considerada una patología desatendida porque recibe fondos para su investigación y cuenta con una vacuna desde hace un par de años— sigue siendo la enfermedad más extendida en el continente y la que causa más muertes. 

En 2022, se contabilizaron 249 millones de casos en todo el mundo, que provocaron la muerte de más de 600.000 personas, de las cuales medio millón eran niños menores de cinco años. El 95% de todos los casos y el 96% de los fallecimientos se produjeron en África.

“También son epidémicas la amebiasis, la disentería, el tifus, la tripanosomiasis, el dengue, un sinfín de parasitosis y todas las virosis que se previenen con las vacunas protocolarias de nuestra infancia, como el sarampión. A estas patologías, desgraciadamente habituales, se suman los brotes recurrentes de cólera y las fiebres hemorrágicas, como el ébola, el virus de Marburgo y, actualmente, el mpox (viruela del mono)”, añade Juan León. Además, recuerda que la malnutrición, severa en muchas regiones de África y moderada en casi todo el continente, “es una verdadera plaga mortífera”.

Un drama evitable

Lo más escandaloso e inmoral de esta tragedia es que “gran parte de las enfermedades olvidadas son evitables y todas son tratables”, lamenta el misionero. “Casi la totalidad de ellas se evitarían si desaparecieran los factores ambientales, sociales y económicos que las provocan. Con recursos suficientes, podrían tratarse adecuadamente —insiste—. Uno de los ejemplos más claros es el del sarampión: si se lograra vacunar a todos los niños, tal como se hace en España, estaríamos al borde de su erradicación, como ocurrió con la viruela y la polio”. Sin embargo, miles de niños mueren cada año de sarampión en las zonas interiores del Congo. Juan León lo sabe bien. La primera vez que estuvo en el Congo fue en 1994. En la ciudad de Goma atendía a los niños de un centro nutricional que se había convertido en hospital infantil y hogar de acogida para huérfanos del genocidio de Ruanda. Después, cuando estalló la guerra del Congo en 1997, coordinó un proyecto impulsado por Cáritas Española: la creación de centros de nutrición infantil en la diócesis de Bukavu. Durante los años siguientes, continuó su labor misionera y médica hasta que, con la aparición del COVID, regresó a España en 2020.

“Recuerdo la tristeza e indignación que me causaba ver a tantas personas malnutridas y enfermas debido a la pobreza en la que vivían, y por la falta de recursos que ni siquiera requerirían una gran inversión para cambiar las cosas”, comenta este misionero. Sin embargo, también mira al futuro con esperanza. “Cuando se proporcionan los medios adecuados, los resultados llegan”, sentencia. Por ejemplo, la incidencia de la malaria ha descendido espectacularmente en los últimos 15 años en las regiones donde se han realizado campañas de educación y uso de mosquiteras impregnadas. Ahora, con la vacuna en uso, se espera un mayor éxito.

De hecho, las campañas de vacunación contra varias afecciones han logrado reducir la mortalidad infantil; el problema es que aún no han alcanzado a toda la población.

Objetivo: 2030

A pesar de estos avances, aunque importantes, son lentos para alcanzar el objetivo (ODS) establecido por la ONU para 2030: reducir en un 90% el número de personas que requieren tratamientos contra las enfermedades desatendidas; eliminar, al menos, una de estas enfermedades en cien países; y erradicar la dracunculosis y el pian en todo el mundo.

“La falta de hospitales, médicos y medicamentos hace que estos objetivos parezcan casi un sueño. Pero, independientemente de que se logren o no estas metas concretas, el hecho es que debemos seguir invirtiendo en ello, porque los resultados en términos de conciencia ciudadana, estimación de la higiene y la salud propia, y mejora de las condiciones de vida, son prometedores”, concluye Juan León.

Las 21 enfermedades desatendidas

Las 21 enfermedades desatendidas, según la OMS, son: úlcera de Buruli; enfermedad de Chagas; dengue y chikungunya; dracunculosis; equinococosis; trematodiasis de transmisión alimentaria; enfermedad del sueño; leishmaniasis; lepra; filariasis linfática; micetoma, cromoblastomicosis y otras micosis profundas; noma; oncocercosis; rabia; sarna y otras ectoparasitosis; esquistosomiasis; helmintiasis transmitidas por el suelo; envenenamiento por mordedura de serpiente; teniasis/cisticercosis; tracoma; y pian.