El pasado mes de abril, el papa Francisco nombró obispo auxiliar de Madrid a Vicente Martín Muñoz, nuestro delegado episcopal durante casi seis años. En esta carta se despide de todos los que formamos parte de la Confederación Cáritas Española y que, de una u otra manera, le hemos acompañado en este camino de servicio a los vulnerables.

Vicente Martín Muñoz. Obispo auxiliar de Madrid y delegado episcopal de Cáritas entre 2018 y 2024

Cuando la Comisión de Pastoral Social de la Conferencia Episcopal me llamó para proponerme ser el Delegado de Cáritas Española pregunté ¿qué se me pedía?, y me contestaron “pon tu ministerio sacerdotal al servicio de Cáritas”. Y eso es lo que he intentado hacer, a lo largo de estos seis años, en los Servicios Generales y en la Confederación; desde la sencillez, la discreción y el diálogo.

En la memoria y el corazón

En estos momentos se agolpan en mi memoria, y en el corazón, muchos momentos: desde las reuniones de equipo, las jornadas y escuelas de formación hasta la celebración del 75 aniversario, pasando por la multitud de viajes a las Cáritas Diocesanas. ¡Todo un regalo en mi vida! Desde ahí brota un deseo de compartir un profundo agradecimiento y algunas convicciones.

En primer lugar, tener siempre claro que el servicio a los últimos de nuestra sociedad no se mantiene con ilusión si no hay detrás una mística, unas motivaciones profundas que animen y motiven dicho compromiso. Para servir bien hay que cuidar el espíritu. No se trata de servir como nosotros pensamos, sino como Dios nos pide y los más pobres necesitan.

Una tarea eclesial

Nuestra tarea es eclesial, no sólo porque trabajamos para una institución de la Iglesia, sino porque la caridad cristiana se vive en comunidad. No se trata solo de ayudar a los pobres, sino de animar a que toda la comunidad cristiana sea, como en el buen samaritano, posada de acogida, comunidad fraterna y samaritana. No podemos olvidar que nuestro servicio es evangelizador y forma parte de la misión de la Iglesia.

Los más pobres necesitan la mejor atención, el mejor acompañamiento y cuidado que podamos darles y, para ello, hemos de estar siempre al día en formación, no sólo para el hacer, también para el ser, lo que nos exige formación técnica y formación del “corazón”.

El trabajo que realizamos no es personalista ni individualista. En Cáritas no hay protagonismos, no brilla nadie; si acaso, brillamos juntos, agentes y participantes. Somos un equipo. Tres fidelidades para la misión: a uno mismo, a los más pobres y al equipo. De lo que se trata es de hacer camino compartido.

Siempre con los pobres

Una última convicción. En un encuentro con personas sin hogar, un joven migrante me contaba que decidió acercarse a Cáritas, después de que otras instituciones no le ayudaran, porque pensó “esto de Cáritas tiene que ver con Dios, pues si él también me abandona, qué me queda”. Esto nos enseñan los más desfavorecidos: que Cáritas tiene que ver con Dios, que estamos llamados a ser iconos del amor de Dios callejeando la fe, la esperanza y la caridad donde habita el sufrimiento y la exclusión.

Finalmente, quiero agradecer a la gran familia Cáritas el haber alimentado mi vida, acompañado mi vulnerabilidad y enriquecido mi ministerio sacerdotal. Estar en Cáritas ha sido un gran regalo de Dios, que me ha hecho muy feliz. Muchas gracias.