El delegado episcopal de Cáritas Ibiza, Miguel Ángel Riera, nos invita a vivir la Semana Santa y Pascua como un tiempo para ponernos a los pies de Jesús e imitarle. 

Miguel Ángel Riera, delegado episcopal de Cáritas Diocesana de Ibiza

“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos…” (Jn 15, 12-17). Con estas palabras de Jesús que recoge el evangelista San Juan nos disponemos a vivir la Pascua, la gran fiesta de la vida cristiana. El Señor que nos ama profundamente y que se ofreció por todos nosotros una vez para siempre nos lo hace presente en esta Semana Santa. 

Preparar la Resurrección

Durante cuarenta días nos hemos ido preparando para vivir intensamente la Semana Santa, y en especial la fiesta de la Resurrección. En la Cuaresma hemos ido intentando vivir la invitación que recibimos el miércoles de ceniza: “conviértete y cree en el Evangelio”, ayudados del ayuno, de la limosna y de la oración. Ejercicios cuaresmales que, si los hemos vivido con intensidad, nos han tenido que ayudar a encontrarnos con el otro. A salir de nosotros mismos para encontrarnos con Dios por medio de nuestros hermanos. Ya que toda invitación a seguir a Jesús y a encontrarnos con Él, pasa por el encuentro con nuestros hermanos, especialmente los más necesitados… “porque tuve hambre y me disteis de comer…” (Mt 25, 25-40). 

El verdadero ayuno es aquel que nos ayuda a despojarnos de todo aquello que es superfluo en nuestra vida para que, viviendo austeramente, seamos capaces de descubrirnos a nosotros mismos e, incluso más, a descubrir a Dios mismo en lo más íntimo de nuestro ser, como le sucedió a san Agustín y que así lo refleja en el libro de las Confesiones: “¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé! y tú estabas dentro de mí y yo afuera, y así por de fuera te buscaba; y, deforme como era, me lanzaba sobre estas cosas que tú creaste. Tú estabas conmigo, pero yo no estaba contigo”. El verdadero ayuno es aquel que nos lleva a encontrarnos con Dios. 

La verdadera limosna

Un ayuno que nos lleva a la verdadera limosna, no de dar de lo que nos sobra, sino incluso de aquello que necesitamos para nosotros mismos como la viuda del Evangelio, “Jesús llamó a sus discípulos y dijo: «Les aseguro que esta viuda pobre ha echado en el tesoro más que todos los demás. Porque todos ellos dieron de lo que les sobraba; pero ella, de su pobreza, echó todo lo que tenía, todo su sustento»” (Mc 12, 41-42). Aún más, no solo compartir incluso de lo que necesitamos, sino darnos a nosotros mismos… Dar nuestra propia vida, como Jesús nos recuerda en el evangelio de Juan. 

Es relativamente fácil ser generoso, compartir materialmente lo que tenemos, pero es mucho más complejo dar nuestro tiempo, nuestro ser, haciendo de nuestra vida una verdadera ofrenda agradable a Dios y necesaria para nuestros hermanos necesitados. 

Para esto es clave la oración profunda de nuestro corazón. Ofrecer en nuestra oración lo que somos y lo que tenemos, ponerlo todo en manos del Señor. Como Abraham, capaz de ofrecer a su propio hijo como bendición, lo más íntimo y lo más preciado. Para esto hace falta mucha fe, mucha confianza en que el Señor no nos quita nada, nos lo da todo. 

Vivir la Semana Santa

Si hemos sido capaces de vivir así la Cuaresma seguramente podremos celebrar cada uno de los misterios de la Semana Santa. Posiblemente nuestra debilidad humana nos haga descubrir todo el camino que tenemos todavía por delante, pero en este camino no estamos solos; Él nos lo recuerda: “no os dejaré huérfanos, os enviaré el Espíritu Santo” (Jn 14, 18). 

No tenemos que desesperarnos, al contrario. Tenemos que vivir este tiempo, a ejemplo de Jesús, como un tiempo de gracia. Como un tiempo para ponernos más a los pies de Jesús e imitarle. 

“Velad conmigo”, invita Jesús a sus discípulos en el Huerto de los Olivos. Invitación que también nos hace a nosotros. Estad en vela. Acompañad en el sufrimiento a tantos hermanos nuestros que continúan pidiéndonos que los acompañemos en sus necesidades, no solo materiales. Esforcémonos en hacerles sentir que alguien les acompaña en su sufrimiento, en su soledad más extrema, a la que muchas veces lleva la misma pobreza.

En un mundo donde cada vez más, muchos hermanos nuestros viven las consecuencias de la cultura del descarte, el Señor nos invita a vivir esta Semana Santa como una posibilidad para descubrir el sufrimiento de Jesús en el sufrimiento de nuestros hermanos, y en su Resurrección la esperanza de un mundo mucho más humano y fraternal para todos. 

El mismo papa Francisco invitaba a rezar “para que las personas que viven al margen de la sociedad, en condiciones de vida infrahumanas, no sean olvidadas por las instituciones y nunca sean descartadas”, y nos animaba a trabajar para convertir nuestra cultura en “cultura de acogida”.