Nuestra música busca la verdad
Hablamos con Maca Torres y Gaby Aguilera, de Hakuna
Gema Martín Borrego. Cáritas Española
Unos pocos días antes de la muerte del papa Francisco, tuvimos la ocasión de entrevistar a Gabriel Aguilera —al que todo el mundo llama Gaby— y a Maca Torres, dos de los rostros más reconocibles de Hakuna Group Music. Una charla que nos permitió conocer más de cerca un movimiento que nació, precisamente, con el pontificado de Francisco y con el que Cáritas mantiene una estrecha relación. No en vano, ellos escribieron y cantaron nuestro villancico en las Navidades de 2023.

Un movimiento de fe
Lo primero que nos cuentan es que Hakuna no surgió como un grupo de música, sino como un movimiento de fe. Brotó de la Jornada Mundial de la Juventud de Río de Janeiro en 2013, a raíz de la llamada que el Papa hizo a los jóvenes a “armar lío y no tener miedo”.
A la vuelta de la JMJ, algunos chavales empezaron a reunirse en Madrid para charlar y rezar, y de ahí, casi sin quererlo, comenzaron a surgir nuevos grupos en distintas ciudades, y luego en otros países. “Hakuna ha crecido de manera totalmente natural; ha sido cero planeado”, explica Gaby. Hoy están presentes en 25 países de América, Europa, Asia…
“Para nosotros, lo importante de estar en tantos países es que hacemos posible el encuentro con Cristo a miles de personas. Y esto lo logramos a través de las actividades que organizamos: las horas santas, las God Stop, las escapadas, etc.”, señala Maca.
Para ellos, el éxito no se mide en cifras ni en “expansión”, una palabra que no les gusta demasiado. “No hay estrategia, no hay marketing. Solo queremos facilitar ese encuentro personal con Cristo, allá donde estemos: en un pueblo, en la playa o en una ciudad tan grande como Seúl”, apunta Gaby.
La música como oración
El grupo de música Hakuna Group Music nació del mismo impulso de fe. “En cada grupo local de Hakuna hay una pequeña banda de música que acompaña la hora santa. Nuestro objetivo siempre fue adorar a Dios a través de la música”, cuenta Gaby. Por eso, no hay un único grupo, sino cientos de jóvenes que tocan y cantan para acompañar la oración.
“Lo que marcó la diferencia fue que nos dieron la oportunidad de grabar discos y hacer conciertos. Ahora lo disfrutamos mucho e intentamos involucrar al máximo número de gente posible del movimiento en todo el mundo —afirma Maca—. De hecho, en nuestros conciertos nos subimos al escenario cincuenta o sesenta personas, y en el último que dimos en Madrid había gente de Argentina, México y Corea. Nos gusta decir que somos el grupo de música más grande del mundo”, sonríe.
Las canciones no son fruto de un plan comercial, sino de experiencias de vida. “Todas nuestras canciones, salvo las que son salmos, nacen de una experiencia concreta con Dios”, explica Maca. Cada una es una historia verdadera, rezada y compartida. Por ejemplo, Huracán surgió del sentimiento de soledad de una joven cuando sus hermanos se fueron de casa, y Baila y déjate de historias fue una canción que escribió una chica del grupo a una amiga que falleció de cáncer.
“La verdad viaja de corazón a corazón”, resume Gaby. “Y por eso llega. Porque lo que hay en el fondo de esas canciones es una sed profunda que todos compartimos”.

Un fenómeno inesperado
La música cristiana, a diferencia de otros países como Estados Unidos, no había tenido gran tradición en España; pero Hakuna ha conseguido llenar espacios como Vistalegre o el WiZink Center, en Madrid. ¿Cómo explicarlo? “Somos los primeros sorprendidos —confiesa Maca—. Esto no ha sido nada planeado”.
Maca añade una clave importante: “Los jóvenes estamos cansados del mensaje que nos vende el mundo. Buscamos la verdad”. Para ellos, la música de Hakuna ofrece precisamente eso: autenticidad, belleza y una forma nueva de vivir la fe.
Su estilo musical es difícil de definir, porque hay muchos autores con gustos e influencias muy distintas. Eso sí, todas las canciones mantienen un espíritu coral y comunitario. “No hay un líder. Todos servimos”, dice Maca.
Rezar en el escenario
Sus conciertos no son un espectáculo al uso. Aunque ensayan mucho y cuidan la calidad musical —gracias, en parte, al productor Íñigo Guerrero, que les ha acompañado desde el principio—, el objetivo siempre es el mismo: ayudar a rezar.
Han llenado recintos enormes, pero su verdadera alegría es otra. “Lo que más nos emociona es ver a alguien tener un encuentro personal con Dios. Aunque fuera solo una persona, todo habría valido la pena”, dice Gaby.

Historias de conversión
A este respecto, Gaby recuerda la historia de un componente del grupo que tocó el violonchelo en uno de sus conciertos. Al volver a casa y meter a su hijo en la cama, este le dijo: “Papá, ¿cómo vamos a rezar ahora si llevamos toda la noche rezando?”. También nos cuenta el caso —recogido en su documental Descalzos— de un hombre alejado de la fe que escuchó Huracán en una terraza y rompió a llorar, porque se sintió profundamente amado por Dios. A partir de ahí comenzó un camino de fe que acabó transformando su vida y la de su familia.
“Somos muy conscientes de que esto no es mérito nuestro”, apunta Maca. “Nosotros ponemos los medios, pero es el Espíritu Santo el que actúa”.
Mirar al futuro
Este año tienen varios proyectos que les ilusionan mucho: los conciertos en Roma con motivo del Jubileo; un gran concierto en septiembre; y la preparación de nuevos discos. También están ayudando a otros grupos a producir su propia música cristiana. “No tenemos grandes estrategias de futuro —asegura Gaby—; simplemente queremos ser fieles, estar atentos a lo que nos dice el Espíritu Santo y decirle siempre que sí”.
Como dice su canción Capricho, se trata de ir “con la lengua fuera” allá por donde el Espíritu Santo sopla.