Los relatos de las víctimas de la guerra de Ucrania.

Gema Martín Borrego. Cáritas Española

Cumplido un año del inicio de la guerra en Ucrania, y sin atisbo de un final cercano, los ucranianos siguen manteniendo, a pesar de todo, una llama de esperanza; los que están en España y los que siguen en su país.

En Cáritas hemos hablado con algunos de ellos, y sus historias son de lucha por la supervivencia y por el futuro de sus familias.

Cáritas relata historias en la guerra de Ucrania

Un año en el sótano

Viktor vive en Saltivka, un barrio de la ciudad ucrania de Járkov arrasado por las bombas. Antes de la invasión, el barrio tenía más de 40.000 residentes, ahora no llegan a los 3.000, aunque algunos de los vecinos que se fueron están regresando a sus casas; a las que se mantienen en pie, claro. Viktor también ha vuelto a su hogar, pero él nunca dejó el vecindario, ni siquiera el edificio. Cuando los bombardeos comenzaron se mudó, con toda su familia, desde su casa en el piso 16º hasta el sótano.

Al principio no estaba seguro de hacerlo, pero la destrucción de un edificio alto en el norte de Saltivka terminó por convencerlo. “Vi con mis propios ojos cómo el piso 16º había desaparecido, pero la gente que vivía en el sótano sobrevivió”, dice. Poco a poco, otras familias se unieron a Viktor, su mujer y sus tres hijos. En estos meses, su número ha ido variando: a veces tres familias, a veces, diez.

Ellos permanecieron 200 días en el sótano, al que el personal de Cáritas-Spes Ucrania acudía, de manera periódica, para llevarles comida, abrigo y otros artículos de primera necesidad. “Hace frío y hay muchas corrientes de aire. Las tuberías polvorientas se extienden a lo largo de las paredes, y hay cables que cuelgan del techo. Cuesta creer que la gente pueda vivir en esas condiciones durante mucho tiempo, pero la realidad es que ahí pasaban todo el día, dormían, cocinaban y se lavaban”, explica Tetiana Kalinichenko, de Cáritas-Spes.

Un día Viktor sacó a los niños a respirar aire fresco. Solo habían pasado quince minutos cuando se produjo una explosión que le recordó que el peligro acechaba en cualquier momento.

¿Por qué no se fueron de allí? “Por falta de información, por miedo. ¿Y si ocurre lo mismo en otras ciudades? Al menos, en la tuya, estás en un sitio conocido y te sientes más seguro”, explica.

La familia de Viktor ha podido regresar a su apartamento del piso 16º, pero mantienen su refugio en el sótano. “La guerra continúa y hay que estar preparados. No sabemos lo que ocurrirá mañana”, señala.

Esta familia es una gota en un mar de personas en situación de emergencia humanitaria. La ONU estima que hay 17,7 millones de ucranianos que necesitan asistencia urgente, 7 millones de desplazados dentro del país y 8 millones de refugiados en otros Estados.

Las dos Cáritas que trabajan en el país, Cáritas Ucrania y Cáritas-Spes Ucrania, “han reaccionado atendiendo a la población desde el primer minuto, especialmente en la atención a sus necesidades básicas, como alimentación o alojamiento. El personal es cuidador y víctima de la guerra al mismo tiempo”, explica Carmen Gómez de Barreda, responsable de proyectos de Cáritas Española en Ucrania.

Cáritas con los refugiados ucranianos en España

Refugiados en España

La red internacional de Cáritas ha continuado este trabajo en los países en los que se han refugiado millones de ucranianos, especialmente en los vecinos como Polonia, Moldavia o Rumanía, pero también en otros más lejanos como España, a donde han venido 166.000 personas. La Confederación Cáritas Española ha acompañado a 5.378 refugiados desde el inicio de la guerra.

Una de ellos es Roman Ivashchenko que, junto con su mujer y sus tres hijos, ha sido acogido por Cáritas Alicante. “Teníamos nuestro trabajo, nuestros estudios, nuestros hobbies, una vida normal”, cuenta Roman. Pero empezó la guerra y tomó la decisión de llevar a su familia a un lugar seguro. El lugar elegido fue España. Ahora viven en Elche y, con la ayuda de Cáritas, han empezado una nueva vida; “una vida normal”, dice este ucraniano que reconoce sentirse emocionado por “cómo los españoles han acogido a sus familias”. Después de un año aquí, “nunca me he arrepentido de venir a Elche”, concluye.

Huir para vivir

Olesya Savelieva es una compatriota que también está acompañada por Cáritas Alicante. Ella vivía en Brobary, una localidad a las afueras de Kiev, y tuvo que salir del país para salvar la vida de su hija, que tiene autismo severo. Después de unos meses viviendo en diferentes domicilios de Italia y España, acudió a Cáritas buscando estabilidad, porque “los constantes cambios afectan mucho a la salud de la niña”. La ayudaron a escolarizar a su hija y a acceder a asistencia sanitaria. También tienen apoyo psicológico y escolar. “Gracias a esta ayuda, Lisa asiste a un colegio normal con clases para niños especiales. Al ver su progreso, y cómo la tratan los otros niños, me doy cuenta de que mi hija, aquí, tiene futuro”, afirma una esperanzada Olesya.