«La guerra es siempre una derrota que alimenta el odio, la violencia y la venganza», ha dicho el Papa. En estos tiempos en los que la barbarie de la guerra se ha instalado en nuestro mundo, tenemos presente la dramática situación de miles de personas que sufren sus consecuencias. Las imágenes de terror, sufrimiento y desolación en Tierra Santa nos evocan otros conflictos, otras guerras, otras huidas, otros países…

“La guerra es siempre una derrota que alimenta el odio, la violencia y la venganza”, ha dicho el Papa

La situación de crisis de la que venimos, agravada por las guerras de Ucrania, Gaza, Sudán y otros combates olvidados, han sumido a nuestro mundo en la noche de la oscuridad, desestabilizando nuestra vida ordinaria, provocando pobreza y desigualdades, amenazando la seguridad laboral y agravando la soledad de muchos, especialmente de los más débiles y pobres.

Una vez más, cristianos, judíos y musulmanes y personas de “buena voluntad” hemos de elevar nuestras voces y unir nuestros corazones para que puedan abrirse los cauces del diálogo y la fraternidad en medio de estos conflictos que enfrentan a hermanos, independientemente de su nacionalidad, etnia y fe.

Ante esta situación, os pedimos, queridas majestades. que sepamos estar atentos, vigilantes, buscando el bien, la justicia y la verdad.

Es tiempo para preguntarnos: ¿Qué hemos aprendido de todo esto? ¿Qué nuevos caminos hemos de emprender?

Seguramente la mayor lección es la de ser más conscientes de que todos somos frágiles y nos necesitamos; que el mayor tesoro es la fraternidad humana. También hemos descubierto que, cuando se desplaza del centro a la persona y se pone en su lugar el individualismo, la tecnocracia y la economía, siempre se compromete la deseada garantía de justicia, armonía y paz. La guerra es una derrota de toda la humanidad.

Magos de Oriente, ayudadnos a caminar juntos, en fraternidad y solidaridad, cuidando unos de otros, y todos, de los más vulnerables, porque solo así podemos construir la paz y superar las crisis personales, sociales y mundiales.

Para resolver los conflictos hemos de hacer siempre una elección: o escogemos la vía del diálogo o seguimos los caminos de la violencia. Frente a la cultura de la violencia necesitamos promover hoy una cultura de la paz. No estamos hechos para vivir permanentemente en el enfrentamiento. Estamos llamados a entendernos buscando honestamente soluciones justas para todos.

La cultura de paz solo se asienta en una sociedad cuando las gentes están dispuestas al perdón sincero, renunciando a la venganza y la revancha. El perdón libera de la violencia del pasado y genera nuevas energías para construir el futuro entre todos.

Esta cultura de la paz exige, además, buscar la eliminación de las injusticias sin introducir otras nuevas, y sin alimentar y ahondar más las divisiones.

Pues eso, queridos Reyes, nuestro deseo para el Nuevo Año es que, juntos, tracemos caminos que conduzcan a la paz, manteniendo abierto el corazón a la esperanza.