Después de diez meses de aislamiento, más de 100.000 personas huyen a Armenia tras la ofensiva de Azerbaiyán

Adela Zamora. Cáritas Española

Razmela llegó a Armenia a finales de septiembre desde una pequeña aldea de Nagorno Karabaj. Viajó con su numerosa familia –su marido, sus seis hijos, su suegro y un perro– en un coche pequeño y destartalado, de la época de la Unión Soviética. El trayecto les llevó 26 horas.
Esta familia es una de las miles de desplazadas forzosas por la ofensiva que el ejército de Azerbaiyán lanzó el pasado 19 de septiembre contra este enclave del Cáucaso que se disputa con los armenios, que son la mayoría étnica de Nagorno Karabaj.

“Es el tercer desplazamiento para nosotros –lamenta Razmela–. Somos originarios de Avetaranoc, una aldea donde teníamos una casa grande, nos dedicábamos a la agricultura y vivíamos una buena vida. Pero nuestro pueblo fue ocupado por Azerbaiyán en el año 2020 [durante la llamada Guerra de las Seis Semanas] y tuvimos que mudarnos a Armenia donde permanecimos varios meses. Luego regresamos y comenzamos una nueva vida en otra aldea donde compramos una casa y un terrenito. Nunca pensamos que tendríamos que pasar por esto una vez más”.

Un conflicto de años

“Para entender lo que ha pasado hay que retroceder un poco en el tiempo –interviene Carmen Gómez de Barreda, responsable de los proyectos en Europa en Cáritas Española–. La Guerra de las Seis Semanas entre Armenia y Azerbaiyán, en septiembre de 2020, concluyó con un acuerdo trilateral entre estos dos países y Rusia. El acuerdo incluía el mantenimiento de fuerzas de paz rusas en el corredor de Lachin, la carretera que comunicaba Nagorno Karabaj con Armenia”.

En diciembre de 2022, un grupo de ciudadanos de Azerbaiyán –“activistas medioambientales”, según el Gobierno de este país– bloqueó el corredor, limitando la entrada de ayuda humanitaria y bienes básicos a Nagorno Karabaj. Posteriormente, y después de diez meses de aislamiento, el 19 de septiembre de 2023 Azerbaiyán lanzó una ofensiva militar contra esta región, provocando que más de 100.000 personas –prácticamente toda la población– huyesen hacia Armenia, según datos de ACNUR.

La huida

Razmela cuenta que esos días los pasó encerrada en casa con sus cinco hijos menores y su suegro, mientras el hijo mayor estaba en el servicio militar y su marido defendía la aldea. “Todavía manteníamos la esperanza de no tener que volver a abandonar nuestro hogar, pero las malas noticias fueron llegando y nos dimos cuenta de que los soldados azerbaiyanos podrían aparecer en cualquier momento, así que decidimos huir”, relata.

Cáritas Armenia, que trabaja con refugiados de Nagorno Karabaj, ha advertido de que la mayoría de ellos necesita mucha ayuda debido a la repentina salida de sus casas y al aislamiento que han sufrido durante diez meses. “Llegaron con muy pocas pertenencias, agotados física y mentalmente. Tenían hambre y necesidad de alojamiento, alimentos, medicamentos, mantas, ropa de abrigo, asistencia médica y apoyo psicosocial”, explica Lusine Stepanyan, responsable de Incidencia Internacional de Cáritas Armenia.

Y las dificultades aumentan durante el invierno, cuando los refugios bien acondicionados y calientes son muy importantes, en un país tan frío, para las personas más vulnerables. “Según el Gobierno armenio, muchos de los recién llegados son grupos vulnerables, incluidas mujeres embarazadas, recién nacidos y personas mayores, con discapacidad o con enfermedades crónicas”, añade Lusine.

Ayuda a los refugiados

El número de refugiados procedentes de Nagorno Karabaj constituye casi el 3% de toda la población armenia, es decir, 1 de cada 30 personas, que se suma a los 36.000 migrantes de todas las nacionalidades que ya estaban presentes en el país. Es una cifra importante para uno de los países más pobres de Europa.

“El Ejecutivo está movilizando todos los recursos para cubrir las necesidades de las personas desplazadas, con ayuda financiera de la Unión Europa y de varios países y agencias humanitarias”, apunta Lusine, que recuerda que Cáritas también está trabajando intensamente con los refugiados.

“Hemos ayudado a más de 5.000 personas durante su viaje y a su llegada a Armenia, ofreciendo alimentos y artículos de primera necesidad. Actualmente y con el apoyo de otras Cáritas hermanas, como Cáritas Española, estamos llevando a cabo un proyecto que beneficia a 6.000 personas, que reciben ayuda económica, apoyo para acondicionar sus alojamientos para el invierno y asistencia psicosocial. Y en el futuro queremos promover la integración de estas personas con planes que abarquen vivienda, empleo, emprendimiento y convivencia con la población local”, explica esta trabajadora de Cáritas Armenia.

Y es que, aunque muchos refugiados de Nagorno Karabaj quieren regresar a su hogar, saben que no es posible sin garantías internacionales. “La mayoría van a quedarse e intentar construir una nueva vida en Armenia. Para nosotros, es una prioridad ayudarles a vivir dignamente en nuestro país.

Desafortunadamente, algunos de ellos ya se han ido, o planean irse, a otros lugares donde encuentren seguridad y protección”. Estas personas se sumarán a la diáspora armenia, que ya supera los 10 millones en todo el mundo, muchos más que los escasos tres millones de habitantes actuales del país.

“¿Por qué dejamos todo, nuestra casa, nuestra patria y nuestras pertenencias? Para salvar nuestras vidas y el futuro de los niños que, al final, es lo único que importa”, recalca Razmela.