Ante la pasividad internacional, Myanmar está sumida en una profunda crisis humanitaria

Gema Martín Borrego. Cáritas Española

Mientras el mundo occidental tiene la mirada fija en Europa y en la guerra de Ucrania, otros conflictos muy alejados de nuestro continente y nuestra cultura se mantienen en el olvido a pesar de las tragedias humanitarias que provocan. 

Uno de esos países es Myanmar –la antigua Birmania–, donde tuvo lugar un golpe de estado en febrero de 2021. A día de hoy, el conflicto armado continúa activo en 274 municipios de los 330 de todo el país, lo que está agravando la presión sobre la población, en un país que ya lucha contra factores como la inseguridad alimentaria, el desempleo, los desastres naturales, la creciente desigualdad, la pobreza, el declive económico y las repercusiones socioeconómicas derivadas de la pandemia por la COVID-19. A fecha de 31 de julio de 2023 el número de desplazados alcanzó la cifra de 1,9 millones de personas.

“Como consecuencia de ello las necesidades humanitarias ahora son extremadamente altas, y pensamos que la necesidad urgente de asistencia alimentaria, educación, salud, etc., continuará a corto y medio plazo”, recuerdan en Cáritas. 

La situación es especialmente grave en las regiones de Chin, Sagaing, Magway, Shan, Kayah, Bago, Kayin, Mon y Thanintharyi. En estas zonas, además, el acceso humanitario es bastante difícil por el recrudecimiento de los enfrentamientos armados, los ataques aéreos, al uso más frecuente de minas terrestres, la limitación de los movimientos de personas y bienes en vías fluviales y carreteras y la destrucción de bienes civiles.

A pesar de estas dificultades, Cáritas continuará su programa de respuesta humanitaria para intentar atender al máximo número de personas desplazadas y afectadas por esta enorme crisis. Y lo hará con el apoyo de varias Cáritas hermanas y la solidaridad de otros organismos y agencias internacionales. Además, Cáritas continúa implementando su programa de paz a nivel comunitario; un programa que desarrolla desde 2015. 

Según explica el equipo de cooperación internacional de Cáritas Española, “el apoyo de la comunidad internacional les ayuda a “mantener la esperanza de un mañana mejor”, pero también sienten que están “descuidados” y que el interés de los líderes internacionales en la gente de su país es muy bajo.

“Aun así, siguen teniendo esperanza, porque saben que el pueblo de Myanmar está decidido a construir una paz duradera”, concluyen.

Un ciclón en medio de la tempestad

Como si el pueblo de Myanmar no tuviera suficiente con los efectos de la pandemia y el conflicto armado, el pasado mes de mayo el ciclón Mocha pasó por el país provocando una gran devastación en algunas regiones. Cuatro meses después, la ayuda humanitaria y los trabajos de reconstrucción siguen siendo complicados, debido a las dificultades para acceder a las zonas damnificadas. Así ocurre, por ejemplo, en Rakhine, uno de los estados más afectados por el ciclón. 

Sin embargo, Cáritas ha conseguido mantener aquí el acceso a las comunidades e implementar actividades de respuesta a la emergencia y de recuperación de infraestructuras y medios de vida. En las regiones de Chin y Magway también ha podido apoyar la reconstrucción de escuelas y viviendas y la renovación del sistema comunitario de abastecimiento de agua, además de ofrecer ayudas económicas a las familias para volver a su trabajo en la agricultura y recuperar sus medios de subsistencia.