Algunos chavales acompañados por Cáritas nos cuentan sus miedos e inseguridades.

Carmen García Cuestas. Programa de Infancia, Adolescencia y Familia de Cáritas Española.

Todos, en algún momento de nuestras vidas, hemos sentido miedo. Sin embargo, hay personas que nunca se han sentido seguras. ¿Os imagináis viviendo con miedo en todo momento, durante toda la vida? Casi siempre, esos sentimientos comienzan en la infancia, y estas personas han tenido que aprender a normalizar y convivir con la inseguridad desde muy pequeños.

Inseguridades en la infancia

Esto lo explican muy bien los niños y niñas de los Programas de Infancia de Cáritas. Algunos de ellos han participado en lo que denominamos “Mapeos de Riesgo y Protección” y en donde les hemos preguntado cómo se sentían de seguros o inseguros en diferentes espacios vitales. Uno de estos espacios es su barrio: “Las casas que están al lado de mi barrio me dan mucho miedo porque no hay luz y nunca pasa gente por allí”, dice una niña de Cáritas Segovia.

Observamos la influencia de las familias en la opinión que los chavales tienen sobre el entorno que les rodea, como nos lo muestra una niña de Cáritas Valencia: “No me gusta nada del barrio, las personas tampoco, son unas ‘mierdas’, no hacen nada y les tengo asco. Mi padre dice ‘cuanto más bajo, más mierda veo que es el barrio”.

Los niños y niñas, al igual que los adultos, tienen inseguridades debido a la precariedad en la que viven y, también, por lo que pueda ocurrir en el futuro: “Cambiaría que las cosas no subieran tanto de precio”, señala un niño acompañado por Cáritas Barcelona.

Las chicas, con más miedos

Sentirse solos, insultados o que se metan con ellos, son otros factores que causan inseguridad en los menores: “Cambiaría a las personas malas y mal educadas”, nos dice una chica de Cáritas Jerez. Y parece que las niñas siempre tienen un plus de inseguridad añadido respecto a ellos: “En mi calle hay borrachos y no me gusta, me da miedo. Tampoco me gustan los mayores que piensan mal; hay algunos que me dicen piropos y, a veces, me han perseguido por la calle”, cuenta una chica de Cáritas Murcia.

Es decir, tengamos la edad que tengamos, los miedos y las inseguridades son iguales; la diferencia estriba en los desiguales niveles de madurez y conocimiento que nos hace enfrentarlos de manera distinta.

“En mi calle hay borrachos y no me gusta, me da miedo. Tampoco me gustan los mayores que piensan mal; hay algunos que me dicen piropos y, a veces, me han perseguido por la calle”, cuenta una chica de Cáritas Murcia.

¿Qué es un lugar seguro para mí?

Los chavales con los que trabajamos consideran espacios seguros y de buen trato para la infancia y adolescencia aquellos en donde tienen la libertad de venir y de expresar sus emociones; lugares donde todos se escuchan, se respetan y se pueden mirar a los ojos, sin juzgarse. Son espacios donde, además de protegidos, se sienten cuidados y, también, cuidadores, y en los que pueden reír y compartir. “En definitiva, es un lugar en el que no sentimos miedo porque no sentimos soledad: nos sentimos acompañados”, concluyen.

La necesidad de crear espacios seguros para los niños en Cáritas surge porque entendemos quela inseguridad paraliza nuestras vidas. Si no nos sentimos seguros, no nos podemos sentir amados ni amar; y si no podemos sentirnos amados, no es posible sentirnos con autonomía y libertad para tomar decisiones. Y esto que es importante en cualquier etapa o momento vital, en la infancia y, especialmente la transición a la vida adulta, es esencial. Nos va en ello el resto de nuestras vidas. Nos va en ello el adulto que seremos o que dejaremos de ser.

Para comenzar a crear los espacios seguros y de buen trato para los menores de edad, primero hay que promover estos condicionantes:

MIRADA de derechos humanos y acompañamiento a toda la familia.

CAMBIO DE MENTALIDAD, en donde dejemos de visualizar a los niños y niñas como objetos de derecho, en tanto y cuanto son hijos o hijas de una familia, y pasen a ser realmente sujetos de derechos.

TODOS LOS ESPACIOS, centros y programas de Cáritas deben ser de confianza, seguros y de buen trato para todos los niños, niñas y jóvenes.