Las comunidades indígenas de Ecuador se sienten abandonadas ante la destrucción de sus territorios y su forma de vida.

Gema Martín Borrego. Cáritas Española.

Los comunidades olvidadas en la Amazonía

San José de Coca, en la Amazonía norte ecuatoriana, era el paraíso. Los bosques y ríos que rodean esta comunidad indígena eran fuente de alimentación, agua y vida para sus habitantes. Hace muchos años que ya no es así. “Las empresas petroleras, madereras y mineras llegaron a nuestro territorio hace más de cincuenta años y cambiaron nuestra vida para siempre; pero los últimos derrames de petróleo, la han destruido”, contaba Carlos David Ajón, líder kichwa y defensor de los derechos de su pueblo que falleció recientemente.

Una noche trágica

Carlos se dolía especialmente de lo ocurrido el 7 de abril de 2020. Los vertidos en Ecuador son frecuentes: con tantos kilómetros de oleoducto atravesando la selva, las fugas son casi “esperables”. Pero el derrame de aquella noche fue devastador. Se derramaron casi 16.000 barriles de petróleo sobre los ríos Napo y Coca. El crudo recorrió 370 kilómetros hasta Perú. Las labores de limpieza y contención fueron poco efectivas.

Casi 150 comunidades ribereñas, en torno a 27.000 personas, vieron cómo su vida cambiaba drásticamente. “Ha sido una tragedia para nosotros –recordaba Carlos–. Empezamos a ver cómo el río se manchaba, cómo morían los peces. Nos quedamos sin comida ni agua”. Hasta la semana siguiente no llegaron “los hombres de la empresa” con cuatro botellas de agua y 20 dólares por familia.

Los vertidos en Ecuador

La vida de estas comunidades gira alrededor del río. Además del uso de su agua para tareas domésticas y consumo, el río es su vía de comunicación, su espacio de ocio y una fuente de alimentos por la pesca y por los espacios que deja para la agricultura cuando el río baja su caudal.

Su comida tradicional y natural se acabó. “Los peces se murieron y los que quedaron, enfermaron. Ya no podemos pescarlos ni bañarnos en el río, porque si no, enfermaremos nosotros también. El derrame también destruyó el terreno donde cultivábamos. Nos han dado otras tierras mucho más pequeñas y más alejadas de la comunidad. Allí los cultivos son diferentes y producen menos”, denunciaba Carlos. “Ahora tenemos que comprar comida enlatada de la ciudad. Y esto nos debilita a todos, pero especialmente a los niños”, se lamentaba.

La selva en peligro

La selva en peligro

Monseñor Adalberto, obispo de Aguarico y presidente de la Repam (Red Eclesial Panamazónica) en Ecuador, denuncia la irresponsabilidad de las empresas a la hora de extraer el crudo. “En estos cincuenta años, las tuberías de petróleo no se han cambiado nunca, a pesar de que debieron ser renovadas hace una década. Están totalmente defectuosas –asegura–. En seis años ha habido 900 derrames en Ecuador. Esto es dantesco”.

Los 447 ‘mecheros’ de la muerte, como los llaman [llamas de fuego de hasta diez metros de altura que queman y lanzan al aire gas natural], comprometen la salud de los habitantes de la Amazonia Ecuatoriana y matan a miles de insectos y pájaros.

La minería a cielo abierto hace un daño aún mayor ya que destruye todo lo que está encima de la mina. Lo que antes era una selva se transforma en un paisaje desértico. Ese suelo limpio, sano y fértil se contamina con materiales tóxicos, porque para lavar el oro necesitan mercurio, cadmio y cianuro.

Con los cambios de nivel del agua provocados por las abundantes lluvias, prácticamente toda la región está contaminada y sus habitantes enferman por ello. “Se sabe que en comunidades donde hay un mechero, un pozo petrolero o una mina, uno de cada tres habitantes tiene cáncer”, explica el obispo de Aguarico. Y a pesar de ello, no tienen la atención medica que necesitan. “Visitar a un médico nos lleva horas en canoa”, explicaba Carlos.

Olvidados

“Somos los olvidados por el Estado y las empresas. Todos nuestros derechos se ven vulnerados: a la salud, al agua, a la alimentación… En nuestro territorio no hay nada. No hay carreteras, ni hospitales, ni red eléctrica. La ley es solo un papel para nosotros”. Aun así, el mayor deseo de Carlos era dejar como herencia a las nuevas generaciones de su pueblo “un territorio limpio y sin contaminación”. A esta tarea dedicó toda su vida.

Ante esta vulneración de derechos, Cáritas y la Repam ofrecen formación a los líderes indígenas para que puedan reclamar sus derechos y ayudan a las comunidades afectadas por los derrames a recuperar sus medios de vida. “Intentamos sacar a la Amazonia de la invisibilidad, parar su invasión y acompañar a los más vulnerables”, señala el Obispo de Aguarico.

La persecución de los defensores del territorio en la Amazonía de Ecuador

La persecución de los defensores del territorio

  • La plaga de los monocultivos: Palma africana
  • La contaminación de la Selva con pesticidas, herbicidas y metales pesados
  • Los continuos derrames de petróleo. (Un derrame cada semana)
  • Los lixiviados (basura tóxica) que traen de otras provincias
  • Los 447 mechero de la muerte junto a los pozos de petróleo
  • La persecución de los defensores del territorio
  • 407 casos confirmados de Cáncer
In memoriam: Carlos David Ajón

In memoriam

Carlos David Ajón

Líder del pueblo kichwa, falleció el pasado 7 de diciembre en España. Antes, había estado en Suiza donde participó en el 11º Foro sobre Empresas y Derechos Humanos de la ONU para denunciar la grave situación de las comunidades amazónicas de Ecuador. De la mano de Cáritas, Carlos visitó varias ciudades de nuestro país y fue la voz desesperada de los pueblos indígenas en España. Este reportaje es solo un pequeño homenaje a su figura y a su trabajo en favor de la Amazonía y de las personas que la habitan.