Hace unas semanas, Cáritas Española presentaba su informe de Economía Solidaria 2022 con el lema “La economía que quieres. Escucha, cuida, suma y cambia”. El informe recoge todas las actividades que las Cáritas Diocesanas desarrollaron el pasado año en torno a la economía solidaria y nos invita a imaginar una economía cuidadora y protectora de la casa común y de la vida.

Rubén Requena. Equipo de Economía Solidaria de Cáritas Española

En Cáritas no solo queremos imaginarlo, sino que apostamos, desde hace tiempo, por la economía solidaria como un modelo que propone una alternativa real donde las personas y el desarrollo de la vida se anteponen a la acumulación de capital; un modelo que plantea una trasformación social mediante principios como la solidaridad, la sostenibilidad de la vida, la participación, el empoderamiento y la garantía de derechos e igualdad de oportunidades.

Cambio de valores

En cuanto analizamos mínimamente el contexto social, económico y medioambiental en el que nos encontramos (marcado por la precariedad del mercado laboral y una difícil coyuntura socioeconómica), se evidencia la necesidad de un cambio de valores en la economía. Es necesario que la competencia, el individualismo y el incremento desorbitado de beneficios como único objetivo, den paso a la colaboración, el bien común y la redistribución de la riqueza. 

Por eso, defendemos el trabajo decente, en el que la dignidad humana, el respeto de los derechos y la promoción de la persona, se articulan para dar respuestas a las necesidades de nuestro entorno.

También promovemos la economía social y, en concreto, las empresas de inserción. No en vano Cáritas es la mayor promotora en España de empresas de inserción y de centros especiales de empleo como alternativas empresariales que generan oportunidades para las personas más vulnerables. Igualmente, fomentamos el consumo responsable desde el comercio justo y las finanzas éticas, sabiendo que todas las personas tenemos un papel fundamental en la construcción de este modelo.

¿Otra economía es posible?

Pero ¿realmente podemos hablar de otra economía? ¿Es posible generar riqueza poniendo en el centro a las personas y al cuidado de la casa común? 

Somos plenamente conscientes que si realmente queremos conseguir una transformación económica y social significativa, que tenga un impacto positivo tanto en las personas como en el planeta, debemos sumar a todos los actores económicos y sociales en este proceso. Cada vez son más las voces que se alzan para desarrollar modelos de desarrollo económico donde esto es una realidad posible. Son movimientos, como “La economía del Bien Común” que propone otra manera de medir el éxito en las empresas no solo basado en el rendimiento económico, las llamadas “B Corp” que promueven empresas con propósitos sociales y ambientales, o las cooperativas tradicionales, que generan empresas colectivas donde la participación y la trasparencia son la base para su desarrollo. Estos movimientos y otros, nos interpelan y nos dan ejemplo de que un mundo más sostenible, justo e igualitario para todas las personas, es posible.

En un año, 2022, en el que la inflación y las consecuencias económicas de la guerra en Ucrania comenzaron a debilitar el crecimiento del empleo, Cáritas acompañó a 64.865 personas, de las cuales 12.807 (una de cada cinco) lograron acceder a un puesto de trabajo. La mayoría de estas personas son mujeres (64%), de más de 45 años (39%) y con estudios básicos (38%).

Cuando el trabajo es oportunidad

Diego Pereda, responsable de Comunicación de Cáritas Diocesana de Burgos

Antes de acceder a un contrato de inserción con El Gusto, la empresa dedicada a servicios de restauración y cáterin de Cáritas Burgos, Priscila Lozano (Palencia, 1987) había trabajado en un puesto familiar de venta de ropa, en mercadillos de la capital y de otras localidades cercanas.

Casada y con tres hijos, que hoy tienen 14, 13 y 9 años, los ingresos que obtenía junto a su marido no eran suficientes. “Recibíamos también una prestación y, de vez en cuando, ayuda de Cáritas”. Fue precisamente ese contacto con la atención de base en su barrio, Gamonal, el que le permitió acceder a un puesto de trabajo más estable.

Priscila ha pasado de la precariedad de la economía informal a un contrato de inserción, y de éste a un proyecto de vida, no solo para ella, también para los suyos.

Contrato de inserción

En 2017 Priscila se incorporó a la plantilla de El Gusto con un contrato de inserción. Esta empresa de cáterin, impulsada por Cáritas Burgos, cuenta con un comedor para eventos y celebraciones bajo demanda, y también provee a centros de enseñanza, empresas o instituciones. Es una de las 67 iniciativas de economía social impulsadas por las Cáritas Diocesanas de toda España que ofrecen oportunidades de empleo a personas con dificultades de acceso al mercado laboral ordinario. El año pasado ofertaron un total de 1.311 puestos de inserción.

Durante los primeros meses en El Gusto, Priscila, siempre acompañada por técnicos de apoyo a la inserción, aprendió a emplatar, servir o preparar aperitivos y platos fríos. Con el tiempo, ha podido enseñar a otras personas. “Dedicar tiempo a los nuevos, mostrarles cómo se puede trabajar más deprisa o mejor, y contarles mis ‘mañas’, es lo que más me gusta de este trabajo”, nos cuenta.

Cuando finalizó su periodo de inserción, en 2020, Priscila estuvo trabajando en un establecimiento de hostelería, donde las condiciones eran muy distintas. “En este sector cuesta encontrar empresas que tengan la ética de El Gusto. Es habitual que no se abonen las horas extras o que no se dé ninguna facilidad para conciliar”.

Poder conciliar

Compatibilizar la vida familiar con el trabajo ha sido una de las dificultades con las que ha tenido que enfrentarse. Los estudios de sus hijos –“sacan muy buenas notas”, apunta Priscila– requiere dedicación. “Hay que llevarles a extraescolares, a inglés, estar con ellos cuando hacen las tareas. En hostelería los horarios son exigentes, pero vamos saliendo adelante. Gracias a los recursos que me mostró Cáritas pude inscribirlos en las actividades de un centro cívico por las tardes”. Ella misma ha exprimido al máximo las horas libres que le deja el trabajo: acaba de obtener el Graduado Escolar, después de abandonar los estudios a los 16 años, y está terminando un curso de operaria de producción con L’Oreal, empresa que colabora habitualmente con Cáritas en sus programas de empleo. “Podría ser una oportunidad para entrar en L’Oreal, pero, si me diesen a elegir, querría seguir en El Gusto. Aquí he encontrado a muchos amigos, y siento a Cáritas como una segunda familia”. Desde 2022 tiene un contrato ordinario, en su caso fijo discontinuo.

Un proyecto de vida

Priscila ha pasado de la precariedad de la economía informal a un contrato de inserción, y de éste a un proyecto de vida, no solo para ella, también para los suyos. “Otra posibilidad que me planteo es la de estudiar un Grado Medio del ámbito social, para ayudar a otras personas de etnia gitana”. Ella es consciente de que su pertenencia al pueblo gitano ha podido causarle alguna dificultad, que, sin embargo, minimiza. “Casi nunca he tenido inconvenientes, aunque en ocasiones me preguntan de qué país soy. Cuando les digo que soy española y gitana, se sorprenden un poco”.  “Con los clientes de El Gusto, nunca me ha ocurrido”, concluye.

“Ahora veo que más allá tengo un futuro”

Javier Ortiz Caramés, Jaén. 43 años

A Javier le encanta la cocina. Puede pasarse horas cocinando. Por eso, cuando en Cáritas Jaén le ofrecieron hacer un curso de hostelería que incluía prácticas en un famoso restaurante, no lo dudó. Allí le fue muy bien; tanto que, después, fue contratado para la campaña de navidad, y todavía cuentan con él cuando hay vacantes o picos de trabajo. Ahora se encuentra en búsqueda activa de empleo y tiene muchas esperanzas puestas en ella. “Gracias a este curso he conseguido una oportunidad de trabajo y conexiones para poner entrar en el sector de la hostelería. He visto que hay un futuro, que no todo es pasarlo mal y buscar trabajo sin encontrarlo”. Javier es una de las 64.865 personas que el año pasado participaron en los programas de empleo de Cáritas.