Los campesinos y pescadores de la isla de Mindoro, en Filipinas, conviven con los desastres naturales desde siempre. Este es un país con un alto riesgo de sufrir ciclones, erupciones volcánicas y terremotos. “Ya hemos aceptado que, nos guste o no, estos sucesos son ‘normales’. Nuestra tribu conoce bien la naturaleza y es capaz de adaptarse a ella”, explica Shiela Marie Sadiwa, una campesina indígena de la tribu de los Mangyan que vive en Pola, un municipio de Mindoro Oriental.

Gema Martín Borrego. Cáritas Española

Desastres “poco naturales”

Sin embargo, en los últimos años algo está cambiando. “Nosotros vemos que los ciclones son más frecuentes que antes [Filipinas sufre unos 20 al año] y que las estaciones ya no siguen su curso natural”, apunta Shiela Marie. Además, hay largos episodios de calor extremo, sequías cuando debería llover y lluvias torrenciales en periodos tradicionalmente secos. Y las inundaciones y corrimientos de tierra que provocan esas fuertes precipitaciones son cada vez más habituales y devastadores, debido a la deforestación del país.

Jing Rey Henderson, directora de la Campaña Nacional de Ecología de Cáritas Filipinas, explica que la tala ilegal de árboles y la minería indiscriminada están reduciendo los bosques de Filipinas y erosionando el suelo.  “La deforestación aumenta la vulnerabilidad de Filipinas frente a los desastres naturales. A día de hoy, los bosques representan menos de una cuarta parte del área total del país”, añade.

A todo ello hay que sumar la alarmante subida del nivel del mar que ya está afectando a comunidades costeras y poniendo en riesgo de desaparición a muchas islas convirtiendo a Filipinas en una de los países más vulnerables al cambio climático, y a sus comunidades de agricultores y pescadores en algunas de las que más sufren estos impredecibles fenómenos meteorológicos.

“Hace diez años, plantar era más fácil –cuenta Shiela Marie–.  Las tierras que cultivábamos estaban más saludables y las semillas siempre estaban disponibles. Plantábamos camote, yuca, maíz, maní, hierba limón, plátano y otros cultivos, y teníamos cosechas abundantes”.

Ahora, los campesinos Mangyan solo cultivan bananas, dado que es la única planta que puede resistir las inundaciones. “A principios de año hubo unas inundaciones que duraron más de un mes. En ese tiempo no pudimos sembrar ni cosechar. Solo pudimos esperar a que pasara la lluvia y que, al final, tuviéramos algo que cosechar”, relata esta agricultora.

Derrame en el mar

Mientras Shiela Marie ha visto cómo sus ingresos se reducían, su marido los perdía casi al completo tras el naufragio, el pasado mes de febrero, de un barco cargado con cerca de 900.000 litros de petróleo en Mindoro Oriental. La guardia costera pudo rescatar a todos los tripulantes, pero el barco se hundió liberando la mayor parte del petróleo, que se esparció a través de grandes ecosistemas marinos y que es una gran amenaza para el Pasaje de la Isla Verde. Este pasaje es un estrecho que separa las islas de Luzón y Mindoro al que llaman la Amazonía de los Océanos, por su enorme riqueza natural.

“Más alarmante resulta aún, el hecho que el derrame ha afectado a 80.000 pescadores”, recuerda Jing Rey Henderson, de Cáritas Filipinas. “Es un desastre provocado por el hombre–corrobora Shiela Marie–. Mi esposo siempre se ha ganado bien la vida pescando en el mar; tenía unos ingresos diarios de 5.000 pesos (unos 80 euros) que nos permitieron comprar un barco motorizado”. Después del derrame, no puede trabajar como pescador y sus ganancias apenas alcanzan los 350 pesos diarios (algo más de 5 euros) como miembro del equipo de limpieza de las aguas.
Federico Maderaso, un pescador de Brgy Batuhan, también en Mindoro Oriental, reconoce que “le gusta ver las zonas de pesca tan tranquilas”. “Pero esto también significa que no hay actividad pesquera y que las familias de pescadores están pasando hambre”, opina.

Crisis alimentaria

Según la encuesta “The Social Weather Station Survey”, al menos dos millones de filipinos sufren hambre severa, especialmente en la región de Mindanao donde viven Federico y Shiela Marie.


Cáritas Filipinas trabaja para que las personas más vulnerables tengan acceso a servicios básicos y puedan adaptarse a una realidad tan cambiante. Por ejemplo, su programa de nutrición proporciona, no solo alimentos para las familias, sino también semillas de cultivos resistentes a las adversidades climáticas y otros insumos agrícolas. De hecho, todos sus programas de ayuda al desarrollo están vinculados con la promoción de la ecología.

Un océano de plástico

Filipinas es el país que más residuos plásticos vierte al mar. Son varias las razones de este dato: uno de ellos es que ha crecido su economía, y por tanto, el consumo y los desperdicios. Pero, además, los países desarrollados “exportan” sus desechos a otros en desarrollo. Uno de estos es Filipinas, que se convertido en un auténtico vertedero del primer mundo. Tal es así que, en algunas islas, los pescadores sacan del mar más plásticos que peces.

Shiela Marie es campesina en Mindoro, una isla filipina muy afectada por todo tipo de adversidades climáticas.